Los incidentes ocurridos en la zona fronteriza con Colombia sintetizan una problemática de vieja data, que al parecer comienza a tomar un rumbo diferente por la muerte de panameños caídos en la vorágine de una lucha compleja, cuyos actores del lado colombiano están empleando estrategias de enfrentamiento en combate, narcotráfico y hasta la temida guerra sucia.
Esa complejidad que hace el conflicto más peligroso cada día que pasa, debe impulsar a los gobiernos panameños a adoptar una estrategia para que nuestro país no sufra los ramalazos de sangre de una contienda interminable que azota al hermano pueblo colombiano. Hablar de reforzar la seguridad en esta zona tiene que ir acompañado de una política de relaciones exteriores bien clara y una asistencia directa a los grupos humanos que pueblan nuestro territorio de este lado de la frontera, asistencia que debe ser integral, mejorando la calidad de vida de aquellos pobladores en tan remotas regiones, porque el hambre, el abandono y la falta de autoridad, son malos consejeros e ingredientes explosivos que puede empeorar la situación.
El tiempo pasa y la postergación de una posición definida del estado frente al problema, no contribuirá sino a que más habitantes en esas áreas selváticas, en el futuro, paguen con sus vidas el costo de una guerra que tiene su matriz al otro lado de nuestra fronter. Pero los planes para sacar del subdesarrollo, la pobreza y la miseria a esas colectividades , no tienen que estar condicionados a proyectos de contrainsurgencia milita. |