La mamá de Pepito era una morena muy hermosa, a pesar de tener cinco come arroces, todos varones. Ella, con un lenguaje muy pintoresco decía a todo pulmón: "Amarren a sus perritas porque mis perritos andan sueltos...". Así ella indicaba que no respondía se pasaba algo entre sus hijos y las hijas de la gente del barrio. Ella se limpiaba las manos. Al fin y al cabo, esa es la cultura latinoamericana. El hombre es macho y debe acostarse con muchas mujeres.
Bajo esta premisa, la sociedad ha experimentado ajustes cuestionables sobre la conducta sexual del hombre. Unos todavía defienden, si se le puede llamar así al ‘mujerieguismo’ o a los hombres mujeriegos, mientras otros simplemente critican tal actitud.
En este siglo unas de las cosas que ha cambiado es la conducta sexual de las mujeres. Ya se ha perdido eso de la virginidad, pues inician como los hermanos de Pepito: regalando su cosita desde muy pequeñas y dejando que todos le soben sus partes cuando y donde quieran.
Estas niñas, que crecieron bajo el nuevo parámetro sexual y ahora son madres, saben que, después que no se den cuenta, el mejor negocio es dar la raspadura -como dice Sandra- a los hombres que les conviene. Esta actividad puede producir sensaciones placenteras pasajeras, desilusiones, fortunas momentáneas y hasta la muerte. ¿Por qué? ¿Todavía preguntan? Amigas, los celos, malditos celos provocan que los hombres se enfurezcan porque a nadie le gusta que otros coman de la misma raspadura conque hacen su chicha de naranja.
El hombre es un ser que no comparte ni su auto ni a su mujer, mucho menos si ésta es su frente para hacer lo suyo.
Panameña vida mía, deja de jugar con tu vida a costa de tu cuerpo. Recuerda ser mujer de un solo marido y también date cuenta que tus hijos -sobre todo las niñas- copian tu modelo de vida y después no te quejes que se repita tu historia.