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            REFLEXIONES 
            "Sobre
            dragones, imperios y buenas amistades" 
              
            Carlos Christian Sánchez C. 
            Relacionista
            internacional 
            Magdeline Albright,
            la secretaria de Estado norteamericana, no tenía ni tres
            segundos de estar en el Canal de Panamá, cuando tuvo el
            honor de cederle automáticamente el paso a un barco con
            bandera de la China comunista. Así presenció la
            creciente influencia del comercio marítimo de los chinos
            en el Hemisferio Occidental. Las miradas daban entender que la
            señora, la tercera al mando del gobierno de Washington,
            recordó las gratificantes palabras del candidato republicano
            George Bush, de que "liberará el Canal, de ser necesario",
            ante una amenaza china en el mismo. 
            En el siglo XXI, según algunos entendidos, dos potencias
            mundiales se disputarán el control del planeta. Estados
            Unidos, la única superpotencia sobreviviente de la Guerra
            Fría y el imperio comercial más floreciente del
            universo conocido, gracias a la pujanza del dólar, debe
            enfrentar a la China comunista, sus millones de personas, su
            influencia en el Asia, además de su fuerza militar. 
            Por desgracia, hay temores a la China comunista por diversas
            razones. Una es la existencia de un régimen autoritario
            que no respeta los derechos humanos, según Amnistía
            Internacional y las Naciones Unidas. Otra es la peligrosidad
            de Pekín por su ambición de poseer un vasto arsenal
            de armas termonucleares avanzadas, con sus respectivos equipos:
            submarinos, misiles de largo alcance y aviones bombarderos. Finalmente,
            la cantidad de gente que vive en ese país, puede desequilibrar
            el balance comercial, político y social de todo el mundo.
            Hasta una sequía, una revuelta de miles de chinos o un
            conflicto fronterizo con la India, pone en riesgo la frágil
            paz del presente. 
            Panamá, debido a su posición geográfica
            envidiable, es un sitio neurálgico del balance de poder
            de los colosos imperialistas. El comercio marítimo de
            los Estados Unidos y de la China Popular pasa por los 82 kilómetros
            de agua del canal interoceánico. Como sabemos, empresas
            de Hong Kong se apoderaron de los puertos de Cristóbal
            y Balboa, en las dos entradas del Canal, debido a un contrato
            multimillonario que perjudicó a la empresa norteamericana
            BETCHEL y favoreció a la china Hutchinson Wamphoa. Esto
            creó en las mentes del Pentágono, pesadillas sobre
            la instalación de bases militares de Pekín en territorio
            panameño. O sea que temen algún día, un
            desembarco de soldados chinos rojos en Panamá, dentro
            de los contenedores de un barco de Shanghai. 
            Por otro lado, la cuestión del reconocimiento diplomático
            de los panameños a la República de China en Taiwan,
            concentra la atención de los entendidos de las relaciones
            internacionales. Panamá mantiene una alianza comercial
            y política con los 21 millones de taiwaneses que viven
            en la Isla de Formosa, debido a que nuestro país reconoce
            el aporte democrático y económico de Taipei hacia
            el Istmo. Además, desde 1995 se han acelerado los acercamientos
            culturales y políticos entre ambas naciones. El congreso
            del Canal Interoceánico de 1997 y la visita del presidente
            chino, demostraron una realidad: la cooperación amplia. 
            La solución más factible para evitar enemistades,
            es que Panamá debe promover un papel conciliador para
            resolver la división del pueblo chino, sin la necesidad
            de dejar las relaciones con Taiwan. Sólo los chinos mismos
            pueden resolver sus diferencias propias. Aunque pienso que debemos
            reconocer la existencia de un gobierno democrático en
            Taiwan, que respeta los derechos civiles. Contrario es el caso
            de la China Popular. Además, Taipei da más beneficios
            económicos directos, frente a las migajas que regalan
            los chinos de la Muralla. 
            Por otro lado, nuestro país debe hacer ver a la comunidad
            internacional, en especial los Estados Unidos, que los puertos
            canaleros están fuera de peligro, ante amenazas extranjeras.
            La neutralidad permanente del canal Interoceánico garantiza
            el respeto mundial a este país pacífico y su ruta
            marítima. Esa es la dura tarea que tiene la presidenta
            Mireya Mosocos y su séquito. 
              
              
              
             
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