Eran pobres y no se les dio acogida en Belén... porque "no había sitio en la posada". De haber tenido dinero en cualquier casa hubieran recibido a esta mujer embarazada. Está María para dar a luz, y el corazón de piedra que solamente da algo si hay alguna recompensa dijo ¡no! y todas las puertas se cerraron. El "no" que se repite tanto en la historia de la humanidad y que impide que nos mostremos como seres humanos, con los rasgos de bondad y hospitalidad que nos hacen ser más cercanos a Dios y hacer "común-unión" con los demás. El "no" que rompe la solidaridad y nos congrega en clanes, levantando muros que nos dividen, segregando a los demás y haciéndonos olvidar que somos en Dios hermanos.
Alguno del pueblo de Belén se compadeció al ver a la mujer que estaba pronta a dar a luz y señaló un lugar, que la tradición católica narra como una cueva, agujero empotrado en la montaña y refugio de leprosos, salteadores, forasteros pobres y animales. El niño nace y lo envuelven en pañales y lo ponen en un pesebre. ¡Vaya lugar para nacer¡, y allí vino al mundo el Salvador, el Verbo Encarnado. Dios Padre permitió que su Hijo amado naciera en esa situación para abrazar la realidad escalofriante de millones que nacen sin rostro o nombre que signifique algo para el mundo; que nacen sin futuro, sin manera de desarrollar todas sus cualidades y que al morir son enterrados en tumbas desconocidas que nadie visita. Pero para Dios todos ellos son convocados al amor y a la vida eterna. Para el Señor todos son hijos y los llama por su nombre. Por eso nació en una cueva, porque Él no se olvida de los que son "nada" para el mundo.
Qué espectáculo, solo apreciado por los que tienen corazón limpio, los bienaventurados que ven a Dios donde Él se manifiesta y que no cuestionan las maneras de presentarse Dios en la historia. ¿Que por qué no nació en un palacio, quizá el de Herodes, con condiciones higiénicas más adecuadas? ¿Qué por qué no protegió Dios más al niño buscando un lugar más digno y seguro? Este misterio del Nacimiento del Niño Dios en esas condiciones desbarata la teoría de que donde está Dios obligatoriamente tiene que haber prosperidad material. Si así fuera, en los millones de desposeídos no está el Señor y están así por castigo por sus pecados. Totalmente falso. Que El Señor nos dé ojos para verlo donde está, sabiendo que con Él somos invencibles a toda ceguera espiritual.