La envidia es un sentimiento que corroe el alma y la envenena. Vuelve desgraciado al ser que la alimenta y es un martirio que se hace grande con el rencor.
En todas las esquinas, de cada diez personas, hay por lo menos una que sufre de envidia. Estas personas "sufren" por el bienestar ajeno y no se conforman con alimentar pensamientos malévolos hacia el blanco de su envidia, sino que arrastran a la hiel de sus entrañas enfermas a los demás contándoles "embustes" sobre el objeto de su sentimiento ruin.
Esos ciudadanos, a veces no disimulan su tristeza cuando ve a otros que tienen lo que a ellos se les ha dificultado tener. Y a veces son nimiedades las que les "roban" la calma al envidioso.
En las mujeres se da la envidia, pero también en los hombres y a veces es más fuerte entre ellos. Se escucha en ocasiones frases (de ambos sexos) como: "vieras lo mal que me cae (fulano)" y aparentemente sin razón.
"Es que se la da de mucho" o cosas por el estilo. Sin embargo, esas palabritas encierran envidia ya sea porque la otra persona tiene lo que a ella o él le hace falta, sea en bienes materiales o de personalidad.
Las personas envidiosas siempre sacan el veneno de su sentimiento en ocasiones con fuerza pero otras de manera sutil. Cuando aparece el objeto de su envidia y se da algún comentario positivo, el envidioso "saca" su ponzoña" resaltando algún aspecto negativo ante su percepción.
Los envidiosos sufren "en carne viva" ver que el compañero se ganó la lotería; se compró un auto nuevo; se mudó a una casa propia; se compró un vestido nuevo; se fue de viaje... ¡Y Dios! Por poco le da un ataque si ve que la pareja del otro es mejor físicamente que la suya o de mejor posición económica.
Esas personas "se mueren" aún cuando ve que el otro es feliz. Pero el envidioso no es feliz porque en lugar de invertir tiempo en sí mismo, está pendiente de lo que tiene el otro y él no. Con ciudadanos como estos, la Nación demorará en crecer. |