Puede sonar exagerado, pero ustedes saben que es así. El ser humano se preocupa más por objetos, antes que por su propia vida. Puedo citar muchos ejemplos de materialismo, sin embargo, hoy daré solo unos cuantos.
Hace unos días me contó una madre de familia que vio caer al piso a su pequeña hija. El golpe sonó tan fuerte que ella corrió a verle para preguntarle dónde se había maltratado y la niña llorando le dijo: ¡Mamita....se me cayó mi jugo....ñaaaa...! Increíble. La pequeña no le dolió impacto que se dio contra el piso, sino su jugo, que llevaba en sus manos y que se había regado por el piso.
Desde muy pequeñitos el hombre se enamora de las cosas materiales. Los bebés no quieren soltar sus peluches y así van creciendo siempre dando mayor importancia a todo, menos a la vida que Dios le dio.
El ejemplo más claro es cuando ocurre un accidente de tránsito. Salen las personas del auto y lo primero que miran es cómo quedó su vehículo, sin darse cuenta seguro que una lata le amputó un brazo o una pierna o tienen alguna cortada. Una vez hecho el parte, salen corriendo a un taller para reparar (temporalmente porque la lata se oxida) el daño.
Se han conocido muchos casos de empleados de empresas privadas y públicas que llaman a sus trabajos para decir que se ausentarán porque están arreglando el problema del accidente. Después de tres días de ausencia, los compañeros le pregunta: ¿Cómo estás? ¿Qué te pasó?, pero ellos responden de la manera más ridícula diciendo: "Bueno, en realidad tengo el síndrome del latigazo, una cortada en el pie, pero me eche mercurio y una receta de la abuela. Ah, no tuve tiempo de ir al médico porque tuve dando vueltas haciendo cotizaciones, fui el Tránsito, después a la PTJ y también a la Aseguradora".
Respetado lector, si es usted así, no tenemos palabras para describir su mala actitud.
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