¡Felices sean aquellos que en la silenciosa humildad, en práctica del amor apasionado, han contribuido ha acicalarle el rostro marchito a la República!.
Y eso hicimos nosotros aquel enero de 1956, hacen exactamente cincuenta años, cuando un grupo de inquietos jóvenes en franco divorcio les dijimos adiós a nuestra Alma Mater, Normal Juan Demóstenes Arosemena, adentrándonos al campo, blandiendo en alto la tea estoica y gloriosa que abriría el paso expedito al carro arrollador de la estremecedora civilización.
Y allá nos fuimos, en cumplimiento del pacto sublime, aconsejados por los perseverantes deseos esperanzadores de convertir a nuestro país en un emporio de belleza, apartado de todo género de ignorancia ignominiosa. Ya el blanco en la mira, endilgado hacia él todos los dardos hechos libros y plumas, cada vez más nos convencíamos que el enemigo fatal caería irremediablemente vencido.
Pléyade de hombres y mujeres, luminarias esplendorosas del pensamiento se fajaron llevando por las remotas estribaciones del Istmo, las ideas en consulta, dando lugar al sosegado plebiscito. Esto fue el juramento de servidumbre emplazado por el destino, tendiente a opacar todo género de flaqueza que pudieran dar vado al desempeño de la inercia cuestionable.
Apóstoles hemos sido y apóstoles seremos, embadurnados en ese olor a incienso que hacen a los espíritus inmarcesibles, en abierto pacto con Dios.
Generación de cultores de las flores que se daban en su jardín y que colocábamos prestos en sus sienes inmortales, juntas como las suaves palabras expresadas por un arcipreste en confusión; es por esto que el claustro no nos olvida nunca. Algunos en alto relieve llamados para ocupar el sillón del "Ministerio de Educación", otros, seguimos en la retaguardia, cuidando a la sazón las mieles de la conquista.
Esta promoción de educadores, talvez no sea condecorada en estos tiempos nublosos, dejaremos en las manos y en las mentes de las futuras generaciones ese veredicto que lo podrán sentenciar mejor.
Hoy 27 de enero estaremos en los actos pertinentes a las bodas de oro. Pablo, llevó los misterios de la religión al mundo antiguo, nosotros, esparcimos la esencia de la educación en compromiso con la patria.