La morenita con sus trencitas y lacitos de colores se burló de mí. Con cara maliciosa la pelá me gritó ¡"Tú eres lavasol"! Se rió la "chombita" y sus compañeritas la imitaron. Luego haciendo gestos de burlas me gritaron: "Tú eres un chombo lavado con lavasol". Me quedé turulato.
No entendía lo que me decían aquellas chiquillas vecinas de la calle Primera Parque Lefevre, hace más de cincuenta años.
Sencillamente, yo era víctima de la discriminación racial.
Pero no era negro, chino ni judío, sino cholo.
Intrigado días después averigüé por qué me decían "lavasol".
Resulta que ese era el nombre de un fuerte jabón para lavar ropa.
Las chiquillas creían que me habían lavado "mi negrura" con ese jabón... y por eso yo no era blanco, sino chocolatito.
A mi hermano Orlando por ser rubio y blanco lo discriminaron peor.
Le gritaban "cucaracha blanca" y otros insultos.
Con frecuencia mi hermano tenía que pelear a puñetazos con compañeros morenos de la Escuela Primaria República de Haití.
Por suerte él es zurdo y les daba tremendas aporreadas a los discriminadores.
A pesar de haber pasado más de medio siglo, la discriminación continúa en Panamá, aunque algunos no lo quieran aceptar.
Ahora no se discrimina solamente por el color de la piel, sino hasta por la edad.
Llegar a viejo en otros países es señal de respeto. Aquí algunos (más de lo que Ud. piensa) creen que uno es un estorbo.
Una excelente secretaria que botaron por "reducción de personal" a sus cincuenta años... no ha podido encontrar empleo luego de varios años.
Al parecer nuestros flamantes ejecutivos prefieren un "pimpollo" jovencito, (con belleza y curvas) a la experiencia y eficiencia.
También discriminan por raza. Los indios Kuna Yala no son aceptados por muchos panameños como posibles esposos (a).
Eso sale todos los años en investigaciones que pongo a mis alumnos en la Universidad de Panamá.
¡Se discrimina por su volumen! Si está pasado de libras (gordo) no se extrañe que lo vean mal.
Si Ud. no viste ropa de marca, ni si asome por ciertos sitios "yeyes". Le torcerán los ojos y exclamarán "¡chusma!".
Lo que no discriminan los jóvenes panameños son las pachangas. Allí se mezcla gente de todo tipo... ¡Y la pasan de película!