Desesperados por olvido estatal, se mantienen crucifixiones

Agencias
Internacionales
En medio del juego de los niños, del humo de las hogueras donde las mujeres cocinan y frente a dos hoteles de importantes cadenas internacionales, cuatro campesinos desplazados por la violencia en Colombia se crucificaron a principios de esta semana en una calle de Bogotá. El Gobierno colombiano no ha atendido las exigencias del grupo de 1.280 campesinos del que forman parte los crucificados, pese a que hace mes y medio acampan en plena vía pública y hace más de 20 días ocupan las oficinas del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con rango de sede diplomática. Con la desesperada decisión de los crucificados, los desplazados han logrado, al menos, que regresen a la calle invadida las cámaras de televisión. Acostados en la calle sobre sus cruces, con los brazos y los pies atados, con clavos en la intersección de los dedos y con avisos en el pecho que ruegan la atención del Gobierno, tres hombres permanecen en la calle desde el lunes y una mujer desde ayer. Cuando aparece la prensa, sus compañeros alzan las cruces para exhibirlos ante las cámaras y en ese momento sus caras se transforman para mostrar la tragedia que viven y que hasta el momento no ha conmovido al Gobierno de Colombia. "Yo sé que esto que hago es cruel y duro pero prefiero morir por algo y no vivir por nada", dijo a EFE Edy José Romero, uno de los crucificados, cuyo rostro no reflejaba dolor. "Estamos decididos a morir en esta cruz con el fin de que algún día nuestros hijos, como colombianos y ciudadanos que son, tengan una vida digna", agregó entre lágrimas. Edy José Romero muestra en su pecho una nota que dice: "Cada clavo que nos entierran es una muerte que vivimos.Prefiero morir crucificado y no torturado como nos tiene el Gobierno". Dos días después de la ocupación de la sede de la Cruz Roja, a principios de este mes, empezaron las negociaciones del Gobierno y los campesinos, pero desde la semana pasada están suspendidas pues las autoridades consideran que la mayoría de los participantes de la protesta no son desplazados. Los desplazados exigen al Gobierno del presidente Andrés Pastrana educación, salud, vivienda digna y proyectos productivos para sostener a sus familias. Elver Marín, portavoz de los campesinos, declaró a EFE que "el Gobierno ha estado sordo y ciego a la problemática", y advirtió de que hay otro grupo de 15 personas dispuestas a someterse a una crucifixión en los próximos días. La mujer que forma parte del grupo de crucificados, Marisella Lenis, de 40 años, aseguró haber vivido lo suficiente para clavarse a una cruz. "Estoy decidida a crucificarme ya que el Gobierno no nos atiende. Soy madre cabeza de familia y necesito ayuda para mis cuatro hijos", explicó. Las cámaras de televisión grabaron el martes la crucifixión de Marisella Lenis, lo que permitió que los vecinos de un barrio del sur de Bogotá la reconocieron como la dueña de una taberna y no una desplazada. Otros casos similares de "infiltrados" en la protesta han sido denunciados en la prensa colombiana. Alrededor de los crucificados se erigen sobre el cemento unos quince "cambuches" (tiendas hechas con palos y plásticos) donde el hacinamiento es evidente, pues en cada uno viven unas diez personas. Decenas de adultos y niños hacen fila para recibir su ración de la comida que, al pie de los lujosos edificios de oficinas de la calle, han cocinado las mujeres en una inmensa olla. Varias decenas de agentes de la Policía rodean el "campamento", además de personal de la Defensoría del Pueblo, del cuerpo de Bomberos, del Ministerio de Salud y de la Cruz Roja Colombiana. Sobre las vallas con las que se acordonó el lugar se seca la ropa que las mujeres lavan a mano en la calle.
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