MENSAJE
La vorágine
de Nick Lomangino

Hermano Pablo
Las lluvias
del otoño habían sido torrenciales, y las primeras
nieves blanqueaban los cerros. Era necesario limpiar el desagüe
de las tres represas de la granja. Así que Nick Lomangino
remó en su canoa hacia el centro de la más baja
de ellas. La represa, toda una laguna, desaguaba en el valle
a través de un tubo de cincuenta metros de largo y sesenta
centímetros de ancho.
Los castores habían taponado el desagüe con ramas
y hojas. Nick removió el cúmulo de basura, y de
improviso el tapón cedió. Se formó en seguida
un remolino gigante, y no pudiendo Nick resistir la fuerza del
remolino, entró en el tubo del desagüe. Tuvo tiempo
sólo de dar un grito: «¡Señor mío,
sálvame!»
Nick salió de la aventura con huesos rotos y heridas
en todo el cuerpo, pero vivo. «Cuando a uno lo agarra un
remolino -manifestó Nick en su cama de hospital-, lo único
que le queda es clamar a Dios.»
El remolino que sorprendió a Nick Lomangino fue espantoso.
Rugía como un ciclón. El hombre se dio cuenta inmediatamente
del peligro, pero no había nada que podía hacer.
No tenía fuerzas suficientes para luchar contra la gran
fuerza de las aguas. Sólo podía clamar a Dios,
y, en efecto, a Dios clamó.
Muchas veces nos sentimos apresados por uno o más de
los remolinos de la vida, por una vorágine de acontecimientos
que son más fuertes que nosotros. De una manera despiadada,
fuerzas que no podemos controlar nos llevan, nos sacuden, nos
revuelven y nos hunden.
Estos remolinos vienen en diferentes formas, y muchas veces
los provocamos nosotros mismos. Pueden ser problemas con la ley.
Hemos, quizá, violado leyes que conocemos, y hasta ahora
todo ha salido, al parecer, bien. Pero de repente el delito se
descubre, cae sobre nosotros la investigación policial,
el escándalo estalla y el remolino comienza.
Otras veces es de origen familiar. Tratamos mal a la esposa,
desatendemos a los hijos, nos enemistamos con los parientes,
y el cúmulo de basura se convierte en un tapón
que, tarde o temprano, tiene que ceder.
Cuando se esté formando alrededor de nosotros algún
torbellino, y no tengamos ni la fuerza ni la sabiduría
para salvarnos, aun cuando sea provocación nuestra, Cristo
está dispuesto a ayudarnos. Tendremos que admitir nuestra
falta, pero aun así Dios nos ayuda. Sólo tenemos
que clamar a Él. Dios quiere salvarnos del remolino. Él
quiere devolvernos la paz.
|