"Dale el derecho de nacer" tituló el cantante venezolano Oscar De León una de sus canciones, en protesta por los abortos indiscriminados que se dan en todas las latitudes.
Y la Palabra de Dios es clara en el quinto mandamiento "No matarás".
Pero hoy, Panamá está escribiendo con sangre de inocentes el futuro de la Patria, cuando las páginas de los diarios y las pantallas de los televisores se tiñen de rojo divulgando la muerte de un niño por su propia madre, con la ayuda de un tercer criminal material y posiblemente uno intelectual y cómplice.
Un hijo es lo más grande con lo cual Dios ha bendecido a la humanidad, al permitirle dar vida a otro ser.
Pero parece que la mujer panameña, la directamente involucrada en los abortos, carece de alma cuando con sus propias manos mata a su hijo aún antes de nacer, o peor aún, espera que nazca para tirarlo respirando en cualquier tinaco de basura como si fuera el envase sucio de cualquier producto alimenticio o paquete que ya no sirve.
No hay justificación para ello. ¿Que no hay plata para mantenerlo? ¿Que no tiene padre? ¿Temor por el qué dirán? Pero si cuando participó del acto jubiloso con la pareja, ya sea ocasional o inestable, eso no era inconveniente. Y si no se siente suficientemente preparada para atender a un bebé, en el mercado hay muchas opciones baratas para evitar un embarazo. Hasta en los centros de Salud ofrecen medidas preventivas. Luego no hay justificación para un embarazo no deseado. Y el hombre tampoco escapa a estos crímenes, porque es tan culpable como la mujer que aborta. Los niños no piden venir al mundo. Son traídos, en algunos casos, por irresponsabilidad compartida.
Así como hay "responsabilidad" para beber del néctar de la pasión, debe haberla para afrontar las situaciones. ¿Qué pasa en los hogares panameños que cada vez pareciera que se convierten en los cementerios de los valores morales? ¿Y los gobiernos qué hacen para trabajar en programas de refuerzo de conciencia?
¿Qué pasa, Panamá? |