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Milciades Ortíz | Catedrático

Siempre le insisto a mis alumnos de Periodismo que "hay que conocer las dos caras de la moneda" antes de publicar algo.

Agrego que a "veces la verdad tiene más de una cara". Después de todo, al final será quien reciba la información el que la acepte o no.

Recuerdo que una vez hice un reportaje sobre la explotación de los niños en una empresa que empacaba camarones.

Sin pedir permiso y cumpliendo mi deber periodístico de combatir lo negativo, vi a los niños con las manos pinchadas de tanto pelar camarones.

Estaban trabajando junto a sus madres. Había chiquillos que no llegaban a los diez años.

Al divulgarse el reportaje, recibí la llamada del gerente de la empresa. Con amabilidad no pidió "derecho a réplica", sino que "viera la otra cara de la moneda".

Cuando entré triunfal a la empresa, varias mujeres me miraron mal, lo que no comprendí. Pensaba que les había hecho un bien...

Ante el gerente, varias de ellas señalaron que traían a sus hijos, porque no tenían planta para dejarlos en guarderías.

"Es mejor que esté a mi lado, ganándose algo para ayudarme, que andar por allí haciendo quién sabe qué...", me señalaron.

Sabía el gerente que no era correcto este trabajo infantil, pero "solucionaba" dos problemas.

Años después, varios campesinos me dijeron que tener a sus hijos al lado, trabajando en el campo, le "enseñaba" cómo se gana la vida. "Además puedo vigilarlo...", afirmaron.

A cada momento recuerdo esas experiencias cuando me informo del trabajo infantil en Panamá. El último dato señala que casi noventa mil menores de cinco a diecisiete años trabajaban en el 2008 en nuestro país.

Tal cosa la descubrió una encuesta que hizo la Contraloría General de la República.

Claro que lo ideal es que los niños tengan su niñez y los jóvenes su juventud. Pero la realidad socioeconómica panameña lo impide.

Recuerden que una tercera parte de los panameños oficialmente son pobres. Añada a esto, la cantidad de hogares donde el padre no ayuda a mantener a sus hijos, echándole toda la carga a las madres.

He hablado también con ricos que comenzaron a trabajar en los negocios de sus padres, desde chiquitos. Ellos no necesitaban la plata. Lo hicieron para adquirir experiencia y luego dirigir mejor "la tienda".

No creo que se haya hecho un estudio sobre los efectos negativos del trabajo infantil a través de la vida. Es más, a cada rato escucho personas que con orgullo dicen que "trabajaron desde niños..." (No creo que ser pobres justifique el trabajo infantil. Hay que profundizar en esto...)




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