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Cambiar para mejorar

Fermín Agudo Atencio
Los padres de familia creen, en su mayoría, que permitiéndole a los hijos ciertos comportamientos problemáticos, renunciando a las funciones positivas de tipo morales, van a obtener valiosos resultados en el futuro no lejano. Ese proceder que pugna con lo correcto y las buenas costumbres ancestrales, tan conservadoras, plenamente edificantes, identificadas con la belleza y la absoluta sencillez, hoy purgan una horrible condena; como desviación, efecto directo de conducta concupiscente. Lo extraño y extravagante invade súbitamente nuestro diario vivir y se acepta con beneplácito, patrones importados que prontamente se ajustan a nuestra diaria convivencia. En mis instantes de exaltación mental, pienso sobrecogido, surgiendo las interrogantes; ¿hacia dónde vamos? ¿Por qué no se copian de jóvenes, que aún en estado púbero entran a los dominios de la genialidad? No creo que aquellos, especialmente los anglosajones sean más inteligentes que los nuestros, es el relajo de desechar lo bueno y recoger maldades, aupadas por una escasez de trabajo mental. Repito, como siempre, los padres de familias, la iglesia, la escuela y demás instituciones cívicas y sociales deben unirse a los clamores por el cambio que obviamente tendrá sus repercusiones positivas para toda la sociedad en general. Dejar la tarea solamente en poder de la escuela lo atisbo enbrolloso, especialmente con los acontecimientos que últimamente ha servido de escenario, para nada gozan de mi asentimiento. Todavía no puedo convenir el por qué se están dando situaciones profundamente vergonzosas en ciertas escuelas, lástima me da al nivel execrable a donde hemos ido a parar. Pugnamos por el cambio, involucrándonos todos, nadie se debe quedar por fuera, echándole manos. Es claro que la desfachatez es la llave que abre la puerta del reconocimiento afectuoso y por eso andamos mal, no sé quién patrocina esta exageración de la conducta humana, en una edad en donde las ilusiones motivan el desarrollo de las empresas más ambiciosas que con ímpetu, emergen de la conciencia del ser, y esa actitud es la que debemos combatir, ella es la responsable del desgano. El uso del vestido correcto, el corte de cabello adecuado, puño cerrado al botón o mancuernas en la camisa de mangas largas, limpieza corporal absoluta, vocabulario en corrección, resuelto tono de voz; son parámetros exigibles de las autoridades con las cuales el joven mantiene contacto, ya sean: jurídicas, eclesiásticas o educativas. Con estas obligaciones, hemos puesto fuera de circulación el descaro y entrado a una nueva fase. Mis gritos los he dado en la noche, porque nadie se ha dignado en escucharme y de seguir esto como va, que Dios nos agarre confesados, no habrá barrera, sentiremos el peso del descuido, como cobro de nuestra indiferencia. Siempre he anatematizado la posición de algunas personas que no dan, ni dicen dónde hay. Al Ministerio de Educación le recomiendo que para atrás, ni para tomar impulso, tarde llega el escarmiento, para el que no ha sabido seguir indicaciones.
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