EDITORIAL
Las destituciones en el gobierno
El liberalismo primitivo nació con el germen del escarmiento en las venas, cuando le tocó salir definitivamente de la Edad Media. Las monocracias y el absolutismo estatal, todas tendencias del siglo XVIII hacia atrás en el tiempo, que desconocían el valor del individuo en una sociedad, por lo que solo le importaba de él sus impuestos y su importancia militar, crearon en Europa un tipo de político e ideólogo al que le repugnaba la mano interventora del gobierno en casi todos los asuntos públicos. Con el tiempo, los liberales (los originales, no esos apenas teñidos de rojo de Panamá) fueron mutando, y aceptaron mezclar sus ideas con filosofías socializadoras, mismas que hoy día son las que rigen los destinos europeos. Panamá, que como toda Latinoamérica parece estar viviendo su propio oscurantismo, mantiene una planilla estatal agigantada y, cuando más, innecesaria. Se exige un gobierno que sea regulador, árbitro, no gestor. Para eso no se requieren los más de 150 mil empleados que forman el grupo de empleados públicos. La alianza de gobierno inició un proceso de destituciones que, al principio, se creía se realizaban con el saludable propósito de achicar esa enorme e inútil nave del funcionariado. Sin embargo, hoy se sospecha que la motivación no es otra que el clientelismo, ya que el tamaño del Estado sigue siendo estrambótico, sin que se vea por ninguna parte la luz de una posible reducción.
PUNTO CRITICO |
 |
|
|
|