El periódico es la tribuna eximia desde la cual son lanzadas chispas de conocimientos en ardientes y fervorosos estados, sentándose en el cerebro pensante con caracteres de cambios singulares, admirando los grandes conglomerados sociales hacia la centralización de las indiscutibles afirmaciones.
Los apóstoles trajeron en sus códigos verbales el mensaje de la verdad, conductores de pueblos intuidos por el tenor de la palabra, haciendo juramento de honor, plasmados por su pluma indeleble como pacto inequívoco con la posteridad. Y qué decir del periodista, hombre o mujer que traen consigo el manojo de documentos bajo su brazo con las diáfanas intenciones de cambiar el mundo sin dilación, diseminando por doquier la legitimidad de su apostolado: alto, sonoro y significativo. Todo este conjunto de cualidades, hechos elementos palpitantes son recibidos en parciales, confrontando los escollos de la actualidad, transformándolos en noveles emociones, fruto de la tarea responsable del incansable y codicioso comunicador social. Reducir el concreto impacto que estremece haciéndolo trivial por medio del sencillo vocablo es su obra y la pasión su vocación, donde no hay espacio suficiente para el indescriptible estremecimiento que alimenta la duda. Es el razonamiento profundo procreando el espectáculo superior a la imaginación, movimientos de ideas que van, y vienen, como las olas del mar con sus momentos de locura irascible, máxima confiabilidad de la anunciación del depravado cataclismo.
Es la docencia de la pluma sin premios conceptuales para el descuido, alerta a lo nuevo que se perfila puesta en práctica la dinámica alejada de todo término dilatorio, donde es esperable que la rectitud secunde la nobleza. Es nuestro deber instigar ese mensaje que nos trae la escuela nueva embriagado de la esencia de las atinadas convenciones, trillando incesantemente al encuentro de esa águila acusadora de inquietudes, llamada inspiración. ¡La pereza es la derrota del deber! No veo bien las diatribas entre los miembros de la pluma, la ecuanimidad siempre lleva a buen puerto.
