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Bendito sea el Señor

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Una a una y lentamente, el oftalmólogo Kerry Woodruff fue quitando las vendas. Había operado de cataratas a James Aker, un paciente ciego. Las enfermeras, los estudiantes de medicina y algunos familiares del paciente observaban el proceso.

El doctor Woodruff no estaba muy seguro del éxito de la operación. El mayor problema era la edad del paciente. James Aker tenía ciento doce años de edad. Cuando el médico quitó la última venda, hubo un instante de suspenso.

De pronto, un alegre y gozoso "�Bendito sea el Señor!" brotó de los labios del anciano. La operación había sido todo un éxito. James Aker veía de nuevo, como en sus años juveniles.

�Qué maravillosa experiencia debe de ser el volver a ver después de haber perdido la vista! Volver a ver la luz, los objetos, los rostros amados y la vida multicolor que aparece delante de los ojos.

Estar ciego, sobre todo si antes se ha podido ver, es una de las experiencias más tristes de un ser humano. Aunque los ciegos desarrollan otros sentidos y otras facultades, y pueden también disfrutar intensamente de la vida, es evidente que quisieran ver.

Ha de ser maravilloso recobrar la vista y volver a ver; estar otra vez en el reino de la luz, de las formas, de los colores, de las distancias, de las perspectivas y de la inmensidad de los campos, de las montañas y del cielo.

Y si es triste la ceguera de los ojos que produce tinieblas físicas, aun más triste es la ceguera del alma. Hay muchos con la vista saludable, con pupilas claras, con nervios ópticos sanos que, sin embargo, tienen cerrados los ojos del alma y están ciegos a las realidades del espíritu.

Hay personas que no ven la luz del Evangelio de Cristo. No ven, o no quieren ver, el contenido de la grandiosa salvación gratuita, perfecta y eterna que Cristo ganó para nosotros en la cruz.

El apóstol Pedro dice que el que no tiene fe, paciencia, poder y amor, aunque sea muy religioso, "es tan corto de vista que ya ni ve, y se olvida de que ha sido limpiado de sus antiguos pecados" (2 Pedro 1:9).

Pero Cristo tiene poder para efectuar una maravillosa cirugía en nuestra alma y devolvernos la luz espiritual. �Clamemos a �l para que ilumine nuestros ojos espirituales! Así podremos expresar como el anciano ciego que pudo ver de nuevo: �Bendito sea el Señor!



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