Las fiestas fueron canceladas, los árboles de los Campos Elíseos de París fueron cubiertos de negro y Australia lideró un minuto mundial de silencio. El devastador maremoto de Asia ha ensombrecido las celebraciones de Año Nuevo en todo el planeta.
Sydney, la primera gran ciudad que inició los festejos de Año Nuevo, siguió adelante con su espectáculo de fuegos artificiales el viernes, pero se pidió a todas las personas que se reunieron en la bahía en el centro de la ciudad que recuerden a las casi más de 125.000 personas que murieron.
Los países en todo el mundo están pidiendo a los festejadores que frenen sus excesos y dediquen pensamientos a las víctimas y den dinero a los sobrevivientes.
El desastre de Asia ha opacado los festejos de Año Nuevo, especialmente en Europa. Precisamente, la mayoría de los más de 2.200 turistas muertos y los más de 6.000 desaparecidos son europeos.
Suecia, Noruega, Finlandia y Alemania ondearon las banderas a media asta en señal de respeto por muchos de sus muertos y desaparecidos. Alrededor del mundo, los planes de fiestas fueron descartadas o se disminuyó la intensidad de los festejos.
En Europa, varias ciudades italianas abandonaron los planes de grandes festejos de la víspera de Año Nuevo y a cambio enviarán el dinero ahorrado a las entidades de caridad que ayudan a las víctimas.
Cerca de la Puerta de Brandemburgo en Berlín, donde un millón de personas se suele reunir en la víspera de Año Nuevo, las banderas estarán a media asta. Unos 1.000 alemanes siguen desaparecidos.
En Noruega, otro país que ha perdido a muchos de sus nacionales en el desastre, han pedido a sus ciudadanos que festejen con moderación.
Indonesia, el país más afectado, con un total de muertos que podría llegar a los 100.000, ha anulado el lanzamiento de fuegos artificiales para dar la bienvenida al 2005.
Los lujosos hoteles de Sri Lanka, que habían almacenado botellas de champán, también renunciaron a celebrarlo por respeto a los más de 28.000 muertos fallecidos allí.
India, donde se registraron casi 12.000 fallecidos, redujo al mínimo las celebraciones, en las que de todas maneras casi 900.000 personas directamente afectadas por la catástrofe, no habrían podido participar.