En Panamá, al igual que en el resto de Centroamérica, hablar de la "familia", hoy día es referirse a un mito. En la actualidad, más bebés nacen fuera del matrimonio que dentro de él; y las cifras de madres en edad adolescente crecen todos los años.
En estos días, en que la vida es tan dura y cara, la opción del concubinato es cada vez más usada por las parejas jóvenes, y más aceptada por la sociedad, aunque crea una sensación de que siempre estará a un paso de distancia la "separación fácil", si la convivencia resulta más complicada de lo que se esperaba al inicio.
Muchos jóvenes adolescentes (y no tan adolescentes) que embarazan a sus parejas optan por huirle a la mujer, tratando de distanciarse de su vástago, por miedo a la responsabilidad. Sin embargo, también hay que hacer un reconocimiento a los que aceptan gustosamente a sus nuevos hijos, incluso tratándose de uno procreado en una aventura de una sola noche, al margen de una relación marital legalmente constituida.
Según nuestra Constitución Nacional, todos los hijos son iguales ante la ley y tienen los mismos derechos hereditariosen las sucesiones intestadas. Además, los padres tienen los mismos deberes frente a los hijos intra yextramatrimoniales.
El hecho de que los niños que están naciendo en Panamá fuera del matrimonio superan a los que nacen de parejas casadas legalmente es uno para reflexionar, pero más alarmante y urgente es el caso de todos esos miles de niños que son abandonados por sus padres, simplemente porque les "estorban".
Uno puede casarse o no casarse luego de haber procreado un hijo no planeado, pero dejarlo a su suerte nunca es una opción. Los hijos son sangre de nuestra sangre, y carne de nuestra carne, y rechazarlos es rechazarnos a nosotros mismos.