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Martes 7 de diciembre de 1999


MENSAJE
El Abatimiento

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Hermano Pablo

Alberto, ni�o de once a�os de edad, regres� a su hogar despu�s de la escuela. Era un d�a viernes, y su padre, Robert, pr�spero agente de seguros estaba todav�a trabajando. En la casa, como siempre, estaban su madre Catalina de 34 a�os de edad, su hermana Nadia de 4, y su hermanito Kevin de 2. Viv�an en una buena casa en un suburbio residencial de San Bernardino, California.

Sin embargo, su mam� y sus hermanitos no estaban en la sala. No estaban, tampoco, en la cocina ni en ninguno de los dormitorios. Estaban en el garaje. Albertito hall� colgados a los tres, cada uno de una cuerda. Una nota dejada por la madre daba cuenta, con una sola palabra, de la tragedia; la palabra: �abatimiento�.

Aquel ni�o tuvo que haberse llevado una terrible impresi�n, la cual perdurar� toda su vida. !C�mo se habr� sentido al ver a su madre y a sus dos hermanitos colgando de una viga! �Qu� impresi�n, tambi�n, para el marido y padre cuando le dieron la noticia!

No obstante, las tragedias no nacen de la nada. �Qu� fue lo que provoc� �sta? La familia de Robert Williams, el padre, era al parecer una familia feliz. �l ten�a un excelente empleo. Ella era joven y hermosa. Los tres ni�os eran un encanto. La casa en que viv�an ten�a todas las comodidades. No se les conoc�a problemas.

Los parientes y amigos no se lo pod�an explicar. No fue crimen, no fue locura, no fue obra de un extra�o. La �nica explicaci�n era esa sola palabra en la breve nota que hab�a dejado escrita Catalina: �abatimiento�.

�Por qu� estaba abatida esta mujer que todo lo ten�a? No dio nunca ninguna se�al de angustia. Todo su abatimiento lo sent�a por dentro, y ella sola lo sufri�. Pero lleg� el d�a en que ya no dio m�s. Y en un momento, por alg�n derrumbe interior como casa que se desploma, tom� la fatal decisi�n.

Lamentablemente, Catalina no ha sido la �nica persona, ni la primera, que sufre abatimiento. El gran salmista David escribe dos veces en el Salmo 42: ��Por qu� te abates, oh alma m�a?� El abatimiento ataca a cualquiera, incluso a personas eminentes.

En las dos menciones, en el mismo Salmo 42, agrega el rey David: �En Dios pondr� mi esperanza, y todav�a lo alabar�. ��l es mi Salvador y mi Dios!� Aunque nadie est� libre de momentos de abatimiento, la fe en el amor de Dios, y la esperanza de una ayuda, libran al abatido. S�lo que hay que darle a Dios entrada en nuestra vida, pues cuando Cristo mora en nosotros, hay recursos contra el abatimiento.

 

 

 

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