Lunes 13 de mayo de 2002

 

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  OPINION

EDITORIAL
Tema carcelario en mora

Con una facilidad que se acerca mucho al cinismo, los políticos responden que el problema carcelario en Panamá no es de fácil solución, y que no debemos preocuparnos mucho porque la situación no es exclusiva: Grandes motines incendiarios han llegado a las primeras planas de los diarios del mundo entero y, en Panamá, por fortuna todavía no tenemos en las puertas de nuestras prisiones los gritos de un escándalo mayor.

Panamá no ha podido resolver dos aspectos importantes: Despolitizar la dirección de corrección y un programa moderno de resocialización.

Tal vez la mora en ambos aspectos sean ruedas de un mismo engranaje, vapores de la misma hoguera. Mientras el cargo responda a estructuras políticas y no científicas y para ocuparlo sólo sirva la credencial partidaria, y no experiencia o formación especializada, mal se podría esperar un programa serio y afortunado de rehabilitación del reo, para devolverlo a la sociedad mejor de como entró al penal.

Desde la fundación de las memorables escuelas penales clásica y positiva, en los estertores del siglo diecinueve europeo, se estableció el camino para un ejercicio penitenciario moderno, mediante el cual la pena que impone el Estado tiene la doble cara de sanción y mecanismo de reinserción del infractor en la sociedad.

Se menciona con frialdad que esa meta idílica de los clásicos, de convertir la prisión en purgatorio y escuela al mismo tiempo, no tiene asidero con la realidad, y prueba de ello no es la cárcel panameña únicamente, sino que en todas partes del mundo encontraremos que ha fallado en términos generales tal ideal. Por eso -dicen- con frecuencia encontraremos en los noticiarios, informes de revueltas en penitenciarías de los cinco continentes.

Entonces penetramos en el callejón sin salida de la retórica política. No hay respuesta efectiva del sistema de corrección nacional, pues es casi imposible que el proyecto clásico resulte. Al mismo tiempo ponemos al frente de las prisiones a personas sin pericia ni experiencia, más bien vinculadas al partido dominante. Y es así como la rueda vuelve a girar en el infame sentido contrario, y el programa de corrección no resulta.

Tal vez la Iglesia Católica tenga razón y es menester apresurarnos en la aprobación de una ley que modernice el sistema penitenciario nacional. Quizá el asunto no tiene nada que ver con leyes, sino con hombres, quienes son incapaces de verdaderamente decidir hacer el trabajo para el cual se les ha nombrado.

Se indica que lo que se necesita es dinero, abundante dinero. �Cambiarán las cosas con unos cuantos millones más? �Por qué no invierten en las cárceles? Los políticos nuestros debieran preocuparse un poco más por este tema, nunca se sabe cuando la democracia panameña inicie su proceso de maduración súbita, y ellos vayan a terminar sus días en una celda; es mejor tener una decente.

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