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Milcíades A. Ortiz Jr.

La oferta era fabulosa. Una libra de jamón ahumado, cortado y empaquetado, por setenta y cinco centésimos. No lo podía creer. Así que revisé otros paquetes. Todos tenían igual precio. Pensé: "este super sí que sabe hacer ofertas".

Pero, "el gozo se fue al pozo", cuando el jamón pasó por la caja registradora. El precio que marcó fue dos balboas con noventa y cinco centésimos, la compra más cara que hice ese día en ese super.

Dije a la cajera que revisara la etiqueta del precio y ella se dio cuenta que decía setenta y cinco centésimos. Se lo dio a la gerente de piso y me cobró la cuenta. Le indiqué que debían averiguar para ver si había un error y era una magnífica oferta. Me remitió a la gerente, pero tuve que pagar primero el precio caro.

No me iba a quedar con este "misterio". La gerente con cara de tener poco interés murmuró que ese precio estaba equivocado. Entonces dije, algo molesto: "voy a ir a retirar todos los paquetes con precios equivocado, para que Uds., no engañen a otros compradores, como me pasó a mí".

En la nevera había ocho paquetes del mismo jamón ahumado a setenta y cinco centésimos. Cuando tenía una pila de ellos en mis manos e iba hacia la gerente, se aparecieron tres empleados del supermercado. Revisaron la etiqueta y comprobaron que decía "setenta y cinco centésimos".

Entonces el que parecía jefe, en lugar de pedirme excusas como era lógico suponer, lo que hizo fue burlarse de mí. "�Cómo cree usted que este jamón va a costar tan poco?" dijo riéndose. Sus dos compañeros lo secundaron en la burla. Eso me molestó. Dije "mire, en Miami yo he comprado ofertas bien baratas cuando el producto está venciéndose".

"Eso es en Miami, no en Panamá", dijo con risa burlona el mal empleado. "Ud. ha debido saber que ese no es su precio". Disgustado le grité: "�Por qué yo debía saber y no él, quien es la persona que pone precio a estos jamones?".

Aquí alegaron que "todo ser humano comete errores", refiriéndose al que marcaba el producto y no a ellos, que se burlaron de mi engaño ante el precio mal puesto.

Yo no sé si a otras personas les ocurre lo mismo, pero yo trato de protestar y luchar por mis derechos. Lo mismo ocurrió en Torremolinos hace poco, al pagar la luz. La fila normal era enorme y la de jubilados sólo tenía la tercera parte de personas. Pero ellos aparte del cajero especial a que tienen derecho, se metían en otra caja.

Era medio día y solamente habían cuatro cajas, dos ocupadas por los jubilados que eran los menos. La gente comenzó a protestar y un lector de esta columna, gritó que "como periodista hiciera algo". Entonces una jubilada llena de vida ocupó la segunda caja. Dije en voz alta que ella no se veía con edad para estar jubilada porque a lo mejor era de las "especiales", que se jubilan jóvenes.

Como el relajo seguía lo mismo que los gritos, tuve que �actuar! Me coloqué sin que me llamaran en la segunda caja y cerré el paso a los jubilados. Así puse fin a esta injusticia, porque ellos tienen el derecho a una caja y no a dos. Algunos estuvieron de acuerdo con mi acción, pero los jubilados "bellacos" me fulminaron con sus miradas.

Pero no protesté cuando en un supermercado me vendieron una pintura que resultó dañada. Le dije esto al gerente días después y aceptó que eso pudo suceder, pero no hizo siquiera un gesto de devolverme la plata.

Estoy seguro que si lo del jamón ocurre en Estados Unidos, el supermercado me cobra sólo los setenta y cinco centavos, porque la culpa fue de ellos. En Panamá lo que recibí fueron burlas...

 

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