Viernes 13 de abril de 2001

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  OPINION

EDITORIAL
Cristo 2001

Al igual que en los tiempos bíblicos en que Panamá era ocupada por las legiones de Roma Imperial, la historia repite cruentos sucesos de escaramuza con el Estado de Israel y que alejan cada vez más la ansiada paz en el Medio Oriente.

Este conflicto de territorio y de religiosidad no amaina por cuanto las raíces del mismo son profundos, casi telúricas. Pero no sólo la visión apocalíptica de la guerra se da entre árabes e israelíes sino en Indonesia, Chechenia, México, Colombia, Timor Oriental y otras naciones de Europa y Asia.

Las pestes como el SIDA, el mal de Ebola, diabetes, enfermedades renales y el cáncer también azotan al mundo. La hambruna entre algunos países africanos y asiáticos y la muerte que ronda tras los terremotos e inundaciones completan el viaje de los cuatro jinetes del Apocalipsis que cabalgan sobre el horizonte porque hay un mundo alejado de Dios y que el mismo ha sido reemplazado por las drogas y otros alucinógenos.

Existe una carreta contra el tiempo enfrentando a lo divino y lo satánico, uno y otro dispuestos a dominar la hegemonía porque el demonio que concentra el mal existe y hay almas débiles a los que seduce este espíritu maligno.

Jesucristo, llamado indistintamente el Mártir del Gólgota y el Redentor de la Humanidad, murió en la cruz para redimir nuestros pecados, pero al mundo no le ha bastado ese sacrificio y aunque conmemora la Semana Mayor en forma masiva, aquello parece un evento más bien de turismo que de recogimiento por un período hebdomadario, o sea siete días de recogimiento.

El Viernes Santo debe de ser de meditación y de reflexión de los problemas que aquejan nuestro pueblo convulsionado por sucesos de desequilibrio social. La corrupción es el que más daño está haciendo y erosionando los cimientos de nuestra sociedad. Sobre esa base, debemos proponernos ser mejores ciudadanos y despojarnos del antifaz de la hipocresía con el que los gobiernos hacen uso de la demagogia.

Cristo en el 2001 sigue recorriendo el Vía Crucis hacia el Calvario, a quien la tradición popular la convirtió en un monte y en un monte elevado porque allí estaba la cumbre de la fe: la Muerte y la Resurrección de Cristo.

La cruz, según FETV, es revelación pero no nos revela algo, sino a alguien. La cruz no nos revela ni lo grave que son nuestros pecados ni lo terrible que es la justicia de Dios. La cruz nos revela cómo es Dios y cómo somos nosotros. La cruz nos revela que Dios nos ama incondicionalmente hasta estar dispuestos a entregar su vida para demostrarnos hasta dónde llega su amor. La cruz nos revela qué hacemos nosotros con alguien que nos demuestra su amor incondicional: lo crucificamos. El pueblo lo dice en otras palabras: El que se mete a Redentor sale crucificado.

PUNTO CRITICO

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