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Comprendo que no hay razas inferiores y que no debemos dolernos de nuestra estirpe; tenemos debilidades y también energías, heredadas de las etnias genitoras; y en el alegato de la ascendencia pura, me inclino por la procedencia original única, la misma para todos.
Pero la rica cultura, practicaba por los grupos sociales que se traduce en manifestaciones de comportamientos generacionales, ha experimentado desmejoramiento a medida que el tiempo ha pasado. Esas revelaciones culturales que debieran trabajar como un muro de contención, pronto son cabildeadas por factores cuestionables que llegan a nosotros a través de los sentidos, respondiendo ante todo a actitud extravagante y maliciosa que tienen procedencia extraterritoriales.
En una ciudad de las nuestras, conformada generalmente por elementos mestizos, no se dan los comportamientos homogéneos o idénticos que denuncien el denominador común que los engloba. Sé que existen las diferencias individuales, que responden al equipo psicomotor de la persona, pero esto no debe ser excusa, para que el proceder negativo, atente en contra de la riqueza ancestral, acaudalada a través de los siglos. Para muchas personas es un acto trivial, llano, el tirar un saco de basura cerca de los predios del vecino, como de un auto en marcha aventar una lata vacía a la calle a plena luz del sol, o bien, organizar un lanzamiento de inmundicias en cualquier terreno sin prever las consecuencias que esto significa. Yo soy mestizo y no lo hago, entonces: �Dónde está la falla? Quiero pensar que el asunto estriba en la educación, tenga su génesis donde sea; hogar, calle, escuela, mi mano me temblaría, como el resonador de una cometa azotado por el viento, antes de arrojar un desperdicio a la vía pública. Y esta tarea fue desempeñada por mis padres primero, luego tiernamente acicalada en las manos de maestros caballerosos que hicieron de mí ejemplo duro de imitar. Tirar la basura por los cuatro puntos cardinales es obra de irresponsables en reyerta continúa con las autoridades plenamente constituidas. Modificar dichos patrones paupérrimos y desviados que pugnan con la sencillez y las buenas costumbres morales, no es función liviana para nadie, cuan difícil debe ser arrancar de raíz tal bajeza; intentarlo es tratar de cambiar el norte del maremagnum en obstinada confusión. Realmente no puedo explicarme, por qué una persona, joven o madura, se empeña en no comprender que los desperdicios se botan en los recipientes colocados en sitios estratégicos, diseminados por el área metropolitana para tales efectos. Desconocen que estos hábitos se pueden convertir en boomerang, impronosticable en sus resultados primarios y secundarios. Luego de asistir a las playas, las dejan abarrotadas de: botellas, latas, trapos, zapatos viejos, en fin, cuanta ocurrencia puede haber, a todo asunto, si no dejan las botellas rotas. |
