Lunes 22 de febrero de 1999

 








 

 


MENSAJE
Solamente 15 años de edad

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Era la una y media de la madrugada, y María Guzmán, de 15 años de edad, y su compañera, Antonia, de 14, deambulaban por las calles de la gran ciudad. Al pasar Josué Santos en su auto, le solicitaron que las llevara a su casa. Santos abrió la puerta, y María y Antonia entraron al vehículo.

A las pocas cuadras María extrajo un revólver y le ordenó a Josué: &laqno;¡Déme todo su dinero!» Santos, para sorpresa de las muchachas, sacó también un arma y disparó contra la chica armada. María, aunque herida, disparó de vuelta, y cuando el enfrentamiento había llegado a su fin, María estaba muerta, y Santos, gravemente herido. Con apenas 15 y 14 años de edad, María y Antonia ya estaban haciendo pactos con la muerte.

Se podría decir que este caso, un asalto en la madrugada, que esta vez resultó mal para el asaltante, es un suceso común en las grandes ciudades. Casi siempre la víctima de un asalto queda paralizada, y si no queda muerta, le roban todo lo que lleva. Otras veces, como en este caso, la víctima también está armada, y es el asaltante el que puede salir perdiendo.

Lo que asombra, lo que obliga a la reflexión, es la edad de esas dos chicas: 14 y 15 años. ¿Qué andaban haciendo a la una y media de la mañana, solas por la calle, estas dos adolescentes? ¿Dónde hallaron el arma? ¿Y qué las impulsó a cometer el asalto?

Las respuestas incluyen palabras y frases como &laqno;hogar deshecho», &laqno;abandono», &laqno;orfandad», &laqno;droga», &laqno;prostitución», &laqno;ruina moral», &laqno;desastre espiritual». Incluyen también palabras como &laqno;policías», &laqno;juicio», &laqno;cárcel».

Una frase ya trillada es: &laqno;Nuestros adolescentes están perdidos.» La usan clérigos, periodistas, sociólogos, políticos y educadores, y aunque a fuerza de ser repetida está perdiendo interés, para el hombre que piensa y que todavía tiene conciencia moral, la frase sigue teniendo incumbencia.

¿Acaso podremos salvar a nuestros hijos antes que agarren la calle? Sí podemos. La base más segura para el joven es su propio hogar. Y cuando el hogar es firme y estable, cuando hay en él fuertes valores morales, y cuando Cristo es el Señor del hogar, ese hogar se salvará del naufragio.

Invitemos, pues, a Cristo a que sea el Señor de nuestro hogar. Él lo hará un refugio en el que hay paz, comunión, armonía y seguridad para toda la familia, incluso los adolescentes.

 

 

 

 

REFLECTOR
Integrante de las Spice Girls dada de alta de maternidad

 

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