A finales de noviembre decidí conocer parte de las tierras altas de Veraguas. Era un viaje que tenía por lo menos treinta años de deseado. Siempre surgía alguna circunstancia que lo impedía. Conocidos me advirtieron que no encontraría muchas sorpresas en el recorrido. Alguien dijo: ¡Irás subiendo y bajando lomas y luego encontrarás unos pueblos pequeños".
Y así fue en realidad. La primera parada fue en San Francisco. Ni siquiera pude ver la antigua iglesia, porque desde hace casi cuatro años la están dizque restaurando.
Parece que los trabajos no resultaron como se esperaba. Hay disgusto en el poblado por su iglesia cerrada. El pueblo es más pequeño que lo que imaginaba.
Hay gran tranquilidad, pero eso es lógico en esos sitios.
Continuando el viaje llegue a un sitio más poblado y con mucha historia. Se trata de Santa Fe.
El lugar está ligado en forma irremediable con el desaparecido padre colombiano Héctor Gallegos.
Al pronunciar su nombre algunos me mostraron el sitio donde oficiaba misa el sacerdote, quien quería acabar con la explotación de los campesinos de la región.
Héctor dio su vida por enfrentarse a los gamonales, quienes todavía siguen manteniendo el poder económico.
Pero el sacerdote dejó su semilla que se ve en las cooperativas que existen en el lugar.
En el pequeño mercado de artesanías y legumbres me atendieron con cortesía.
Lástima que no haya mucho turismo interno a un sitio tan tranquilo y fresco.
Después quise ir a Mariato, pero no encontré letreros que me indicaran cuan cerca o lejos estaba.
Lamentable es la falta de estas indicaciones que ayudan a los turistas internos.
Visita obligada fue la iglesia de Atalaya, hermosa con sus pinturas sobre la vida de Jesús. Su misa del domingo en la noche, fue emocionante por la devoción de los presentes.
Atalaya sí es un poblado donde se nota la prosperidad de muchos de sus residentes. Se ve que el venerable santo los cobija bien.
¡Conozca a Panamá primero!, fue un lema que resonó en mi mente en este, corto viaje por Veraguas.