Érase una vez, en tiempos del éxodo, una costumbre del pueblo de Israel consultarle los pleitos al profeta Moisés, a fin de que los resolviera. Un día, Jetro, suegro de Moisés, al ver la situación, le preguntó:
-¿Por qué te tomas todo ese trabajo? La gente acude a ti desde la mañana hasta la tarde, ¿por qué te dedicas tú solo a atenderlos?
-Es que el pueblo viene a verme para consultar a Dios- respondió el profeta
-No está bien lo que haces- replicó Jetro -pues te cansas mucho. La tarea sobrepasa tus fuerzas, y tú solo no vas a poder realizarla.
Seguidamente, le aconsejó a Moisés lo siguiente:
-Escoge entre el pueblo a hombres capaces, que tengan temor de Dios y que sean sinceros, que no busquen ganancias mal habidas, y dales autoridad para que dicten sentencia entre el pueblo en todo momento; pero los problemas grandes te los traerán a ti; y los pequeños serán atendidos por ellos.
Así hizo Moisés, conforme al consejo de su suegro, y se quitó un gran peso de encima.
Mensajes: 1) Debemos aceptar con humildad críticas constructivas: Moisés, el profeta más grande y renombrado del antiguo Israel, aceptó modestamente que su suegro Jetro tenía razón. ¿Qué haces cuando alguien te critica? ¿Admites su opinión o discutes sólo para salvar tu orgullo?! 2) Lo que hacemos puede requerir de mejor dirección: Moisés solo dirimía los conflictos de los israelitas; empero, su suegro le sugirió una mejora en su función. Esto nos enseña que ningún hombre lo sabe todo ni es autosuficiente; dos cabezas piensan mejor que una, y mucho mejor, si se hace bajo la anuencia del Altísimo. 3) Intentar crear buenas relaciones con los suegros: Apreciamos un gesto de dulce amor paternal y apoyo del suegro hacia el yerno. Lastimosamente, nuestra cultura occidental ha arraigado un prejuicio estorbador de las buenas relaciones entre los suegros y sus yernos y nueras. ¡Aprendamos del ejemplo de los profetas!