Vamos a hacer un trato: esta Navidad, y posteriormente el año nuevo, vamos a comer -pero no hartarnos- vamos a bebernos unos traguitos -pero no enborracharnos-, y vamos a celebrar -pero sin extremos.
Algo de mesura y reflexión en estas fiestas no nos caería nada mal, tomando en cuenta que este año ha sido de excesos:
Excesos en la incompetencia de nuestros gobernantes; excesos en la clase política por alcanzar o mantenerse en el poder; excesos en el gasto de las campañas; excesos en los epítetos que los candidatos se lanzan unos a otros; exceso de corrupción; excesos en el trato que tuvo la madre naturaleza con nuestros compatriotas en Chiriquí y Bocas del Toro; excesos en la violencia de las pandillas; excesos en la penetración del maldito narcotráfico en todos los ámbitos de la sociedad panameña; excesos en la ceguera de las autoridades para detectar las actividades de esos narcos; exceso de panameños que se dejan seducir por el narcodinero; excesos en la adjudicación de tierras para millonarios proyectos inmobiliarios; excesos en los precios de la gasolina, la luz, los materiales de construcción, la vivienda y la canasta básica; excesos en el manejo de los choferes de "Diablos Rojos"; exceso de veces que los taxistas dijeron "No voy"; exceso de tranques; exceso de baches; exceso de velocidad; exceso de violencia intrafamiliar; exceso de viajes presidenciales; exceso en la cantidad de dinero que los ricos y políticos se meten en el bolsillo a costa nuestra.
¿Mareado? Entonces con más razón es apropiado detenerse un momento y reflexionar sobre los excesos que cometemos, porque precisamente nuestras extralimitaciones como padres, hijos, empresarios, trabajadores, conductores y demás son las que tienen a este país por la penosa ruta en que lo hemos encaminado. Dejemos de depredarnos unos a otros, y estaremos derrochando espíritu navideño los 365 días del año.