MENSAJE
La mujer de besos insensibles

Hermano Pablo
La señora Elizabeth Clifford de Inglaterra sufrió un accidente automovilístico. Como resultado quedó con una insensibilidad parcial del rostro y de los labios. No quedó desfigurada ni malherida, ni siquiera con cicatrices. Sólo que sus labios carecen de tacto. La señora reclamó una indemnización muy alta. Y el juez, atendiendo a la razón romántica de que los besos de Elizabeth ya no tendrían la cálida tersura de antes, le concedió una indemnización de ciento veinticinco mil dólares. Dijo el juez, en sus considerandos: «El beso es, entre personas civilizadas y cristianas, una de las mayores demostraciones de afecto. En un beso puede ir la salud y la vida, así como la felicidad y el bienestar del espíritu y del alma. Por lo tanto, la pérdida de la facultad de besar con calor es una desventaja muy grande.» Aquel juez tenía mucha razón. Es muy necesario, para las relaciones afectivas, saber besar con cariño, con tibieza, con afecto y dulzura. ¡Cuántas veces un beso dulce dado a tiempo sana discordias, borra tristezas, alegra la vida y reanima el amor! ¡Cuántas esposas desean el beso amoroso del esposo que se ha ido tras amores prohibidos! |Cuántas abuelas, abandonadas y tristes, ansían los besos y las caricias de sus nietos, y no los reciben! ¡Cuántas madres esperan con corazón sangrante el beso de la hija ingrata que no regresa al hogar! ¡Cuántos hombres, buenos y nobles, también anhelan recibir de su esposa el beso tierno y afectivo que borra todas las penas! Si el beso es, en nuestra cultura cristiana, «una de las mayores demostraciones de afecto», como dijo el juez, entonces más vale que besemos a nuestros amados. Pero besemos tal como Cristo lo haría: con amor puro, con afecto sincero, con calor santo y con sinceridad probada. Sólo Cristo, limpiando nuestra alma y corazón, puede enseñarnos a besar así.
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