MENSAJE
Nuevas piernas, nueva esperanza

Hermano Pablo
Benita Rivera Hernández, joven mexicana de veintidós años, miró por la ventanilla trasera de la camioneta. Era de noche, caía una fina lluvia, y la carretera estaba resbalosa. Detrás de ellos venía un automóvil con las luces encendidas. Eran luces blancas, rojas y azules que se apagaban y encendían intermitentemente. ¡Un radiopatrulla! El conductor del vehículo en que viajaba Benita hizo una brusca maniobra. La camioneta voló fuera del camino y dio varias vueltas. Todos los pasajeros murieron en el acto, y a Benita le tuvieron que amputar las dos piernas. Era el 28 de noviembre de 1983, en Brawley, California. Para febrero de 1984, Benita podía pararse sobre dos piernas artificiales. Toda una serie de milagros médicos y ayuda humana le habían provisto de dos extremidades para caminar. Cuando dio los primeros pasos, sonriente, en el hospital de Brawley, uno de los tantos médicos que la habían tratado gratuitamente, le dijo: «Nuevas piernas, nuevos pasos, nueva esperanza, Benita.» He aquí un caso humano, profundamente humano. Humano, porque Benita es una de las tantas personas, que acuciadas por una angustiosa necesidad, se animan a cruzar ilegalmente la frontera de los Estados Unidos. Humano, porque el violento vuelco de la camioneta perseguida por el radiopatrulla costó tres vidas humanas. Fue humano, también, porque la tragedia de esta joven mexicana movió el corazón de una gran cantidad de personas, que dieron dinero y obsequiaron las piernas ortopédicas para que la joven pudiera caminar de nuevo. Y fue humano por la frase de profundo significado que pronunció aquel médico: «Nuevas piernas, nuevos pasos, nueva esperanza.» Todos estamos necesitando en la vida, siempre, nuevos pasos y nuevas esperanzas. Porque muchas veces nuestras piernas, moralmente hablando, están como cortadas o paralizadas. No sabemos qué hacer o qué camino tomar. Nos sentimos frustrados, arruinados, paralizados. En medio de estas circunstancias, Cristo viene para darnos nuevas piernas, nuevos pasos y nuevas esperanzas. Esto, por supuesto, en sentido figurado, pero también en sentido literal. Cristo es el Único que tiene poder suficiente para darnos nueva fuerza moral, trazar para nosotros nuevos caminos, abrirnos nuevas y más rosadas esperanzas. Sólo Cristo salva, renueva, levanta y regenera.
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