EDITORIAL
Proyecciones del milenio
En momentos en que el país se embriaga de la gloria deportiva alcanzadas por Laffit Pincay y Roberto Durán, lamentablemente se distrae la atención a los problemas domésticos, como son la violencia familiar, la delincuencia, y la deficiente calidad de vida que existe en muchas comunidades. A los panameños siempre nos han seducido con cosas efímeras, descuidando en gran parte los problemas sociales que debieran merecer prioridad. La sociedad panameña está enferma y la aqueja un trauma que es común en muchos países latinoamericanos. Rasgos salientes de la idiosincrasia panameña es no prever para el futuro y gastar más de sus ingresos como país alegre y confiado. En el ambiente familiar se nota un creciente deterioro por la citada violencia intrafamiliar y la deserción hogareña, lo que ocasiona muchas veces la maternidad precoz en niñas adolescentes. La alta carestía de la vida se refleja en el aumento de la canasta básica familiar y nos parece una muestra de cinismo de que hayan subido los precios de los productos de primera necesidad, como la carne, el arroz, las papas, la cebolla y otras hortalizas. Sin embargo, en estos días que preceden a la Navidad y el Año Nuevo, el panameño se olvida de los altos precios por el jolgorio que es característico de estas fiestas. La transferencia del Canal es otro tema que mantiene a la expectativa a los panameños, y fieles a su tradición discuten los pro y los contra de la presencia militar norteamericana después del año 2000. A sabiendas de que Panamá no cuenta con un avión de combate, ni un submarino ni material bélico, hay quienes por prejuicio se resisten a fortalecer la seguridad del Canal, el que no está exento de las amenazas de los terroristas y mercenarios que deambulan por el mundo. Aquí es palo porque boga y palo porque no boga, tenemos una débil seguridad en la frontera colombo-panameña y en la franja canalera, pero un sospechoso orgullo nacionalista y un trasnochado antiimperialismo nos impide ver el bosque por mirar el árbol. Después del año 2000 nuestro país tiene que ponerse pantalones largos y hacer lo que más convenga a sus intereses por encima de comentarios de gente que no hace ni deja hacer. Los panameños tenemos que cambiar de hábitos y aptitudes en el nuevo milenio. Debemos crecer. Ser un país moderno y progresista que no eclipse la luz que será cara en las noches panameñas del siglo 21.
PUNTO CRITICO |
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