La sociedad panameña agradecida rinde emocionado, sincero y merecido homenaje al ser abnegado que cuida nuestra niñez y al que pone la luz de la vida en el alma de la juventud: nos referimos a nuestros consagrados educadores de nuestros campos y ciudades.
En la República, se estableció el 1 de diciembre como Día del Maestro o de la Escuela Panameña, en justo reconocimiento al insigne y bondadoso patriota, don Manuel José Hurtado, educador y filántropo, quien dedicó su fortuna y su valioso tiempo a fundar escuelas y a la noble tarea de impartir enseñanza a los vástagos de hogares humildes, en elocuente manifestación de espíritu de nobleza y elevado altruismo.
La sociedad de la cual formamos parte debe dirigirse hacia la perfección y para lograr nuestra superación los panameños debemos mejorar nuestra educación, que actualmente se encuentra en crisis. Esto requiere de todos nosotros, gobernantes y gobernados, que estemos conscientes de que la sociedad cambia constantemente y nos exige que debemos continuar perfeccionándonos técnica y espiritualmente, a fin de lograr un desarrollo humano digno de nuestra patria.
La república nacionalista, justa, democrática y cristiana, de fuerte raigambre hispanoamericana, requiere de mejores educadores, estadistas, intelectuales, profesionales, artesanos idóneos y técnicos, en general ciudadanos capacitados, quienes se enfrenten con coraje y firme decisión a los retos de un mundo tecnológico que evoluciona a pasos agigantados y sorprendentes.
A través de nuestras hijas: Profesoras Viera Irene, Militza Estela y Yiselka Díaz Saldaña, hacemos llegar a nuestros colegas de los dignos predios de la Educación Istmeña nuestro saludo solidario y que Jesús, el Divino Maestro, les siga bendiciendo y protegiendo en el ejercicio de su noble apostolado, en su condición de damas y caballeros, ciudadanos ejemplares de la excelsa panameñidad.