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Enriqueta

Milciades Ortíz | Catedrático

Me acerqué a las nietas de mi profesora. Les dije mi nombre y con voz emocionada señalé: "les vengo a decir que gracias a su abuela yo pude terminar, el Bachillerato en el Instituto Nacional.

Las jóvenes abrieron los ojos en señal de asombro. Entonces les expliqué:

"Resulta que en secundaria era activo en manifestaciones estudiantiles. Una vez los profesores se reunieron y alguien sugirió que me botaran por revoltoso".

"La profesora Enriqueta de Clause con emoción y sinceridad convenció a sus colegas que no había que reprimir el idealismo juvenil de un buen alumno", afirmé emocionado.

Momentos más tarde, luego del entierro, uno de los alumnos más "malulos" confesó a sus parientes lo siguiente:

"Gracias a la profesora no soy un maleante. Ella me alejó con sus consejos del mal camino que llevaba en la secundaria".

Eramos dos hombres con la cabeza llena de canas y el corazón agradecido hacia una verdadera profesora, en el momento de su entierro.

Como en otros colegios, en el Instituto Nacional hubo profesores de todo tipo. Desde los que acosaban al alumno, o les regalaban la nota por un cartuchito de yuca, hasta los que daban lo mejor de sí para forjar los "mil halcones que un día volarán".

La profesora Enrique de Clause siempre se preocupó por formar a sus alumnos y no solamente enseñarles. Sus consejos los recibí incluso cuando era adulto profesional y la encontraba en un comercio.

Ser maestro no es fácil. Hay que tener mucha vocación y renunciar a trabajar solamente ocho horas al día.

En mi madre la maestra Italia Vaccaro de Ortiz vi esa entrega a sus alumnos. Ella nunca imaginaba que había que hacer huelga para conseguir aumento de sueldo y fastidiar al gobierno.

Su mayor orgullo era decir a fin de año: "todos mis estudiantes de primer grado pasaron sabiendo leer de corrido".

Siempre recuerdo sus palabras cuando escucho "cancanear" a estudiantes universitarios cuando leen material de los periódicos.

He tratado de ser profesor completo en mis clases de Periodismo. No solamente recitar conocimientos, sino señalar la realidad de este duro oficio.

También trato de orientarlos a ser mejores seres humanos. De nada valdría un profesional con buenas notas (de cualquier profesión), si como persona es un desastre...

En lo personal, debo aceptar que también aprendí de mis malos maestros y profesores. Ellos me enseñaron como no debía ser un educador...¡y eso vale!



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