Cuando alguien abusa de nosotros nos ponemos a gritar como locos, y a decir que se está cometiendo una injusticia, y que somos víctimas de la más vil de las atrocidades.
Y no es únicamente cuando nos referimos a cosas complicadas como un juicio civil, o cuando se nos niegan los derechos políticos, o cuando una autoridad nos quita tierras ilegalmente, y demás formas de violencia y atropello institucional.
Se dan en la mayoría de los casos cuando le quitamos un pedacito de tierra al vecino de al lado para poner la cerca de nuestra casa. Cuando chocamos un carro que está estacionado y nos damos a la fuga sin tener la decencia de esperar al afectado para hacernos responsables. También abusamos de los otros cuando nos colamos en la fila, cuando cobramos de más por un servicio o un producto que sabemos cuesta menos.
Así andamos por la vida haciendo daño en cosas tan pequeñas que pasamos desapercibidas. Son situaciones que nos parecen triviales, pero que en realidad nos están convirtiendo en monstruos.
Pero, cuando lo hacen contra nosotros, empezamos a gritar y a pedir auxilio y justicia, porque se nos está abusando. ¡Qué ironía, panameños, tan rápidos en exigir justicia y nivelación a nuestro favor, y tan lentos para el perdón y el equilibrio a favor de los demás! |