HOJA SUELTA
La carta
de Elsa

Eduardo Soto P.
Cuando mi padre
murió yo no había cumplido los ocho años.
Desde entonces me sentí como árbol sin raíces;
bien llamado "El Hijo del Fornicario"; sin pasado;
rodeado de recuerdos difuminados, como las imágenes que
rebotan de los pedazos de un espejo roto.
Por eso me gustó tanto recibir la escueta carta que
abajo transcribo. Venía escrita a mano y en un papel rosado.
Le agradezco a su autora el trabajo de enviármela. Me
devolvió, tal vez sin quererlo, la alegría de sentirme
parte de algo, aunque sea el espejismo de un ayer ajeno y que
me fue negado.
No tengo manera de decirle estas cosas a la persona que me
remitió la carta, y por eso lo hago desde aquí,
porque sé que me está leyendo. En la nota se habla
de mi padre y de mi abuela, dos personas que realmente no conocí,
y de quienes apenas guardo memorias amarillas, algo así
como fotos viejas de la mente. Ustedes dirán que en la
carta no se dice nada emocionante y que estoy exagerando su efecto.
Pero cuando no se tuvo una familia completa como yo, cualquier
cosa que nos ayude a conocer (o a inventarnos) los antecedentes,
vale la pena. Por eso estoy tratando de llenar de aventuras y
recuerdos familiares la vida de mis hijos, para que no pasen
lo mismo que yo.
La carta dice así:
Sr. Eduardo Soto
Segmento "Hojas Sueltas"
Ciudad:
¡Al fin me he decidido a escribirle!
Primero le diré que su nombre me hizo recordar a
un señor que conocí en mi juventud, que se llamaba
igual que usted. Él fue, si no me equivoco, locutor de
una radioemisora de la localidad (hijo de Hilda de Soto, vecina
de mi mamá en Renta 15 de calle C, Santa Ana).
Disfruto mucho sus historias. Cuando las estoy leyendo
me hacen recordar mi juventud que, a pesar de lo estricta que
era mi mamá, disfruté cuando entré al Liceo
de Señoritas, y luego en el Instituto Justo Arosemena.
Bien, no le quito más tiempo, ya que lo primordial
era manifestarle que disfruto mucho de sus "encueramientos";
pero hágalo con mucho recato.
Disculpe la letra, pero ya la mano me falla.
Atentamente,
Elsa Cecilia Mosquera
(jubilada)
Elsa, por devolverme parte de mi vida perdida, gracias.
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