MENSAJE
El odio es motivo de disensiones

Hermano Pablo
Esto ocurrió hace muchos años, tantos años atrás como fueron los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Había en el sur de los Estados Unidos varias colonias de japoneses, muy pacíficas y muy prósperas. Después del ataque a Pearl Harbor comenzó a desatarse un odio insensato contra los colonos japoneses: odio, y también temor, porque esa nefasta pasión del odio nunca viene sola. La gente comenzó a perseguir y a hostilizar en varias formas a los colonos, y hasta exigieron de las autoridades que los internaran en campos de prisioneros. El gobierno así lo hizo, y las que habían sido prósperas colonias quedaron abandonadas. Muchos intrusos se hicieron dueños de las casas y los huertos y las viñas que habían edificado los japoneses, y por un tiempo disfrutaron de ese despojo. Sin embargo, el odio es malo, y engendra hijos terribles. Luego vino la codicia, la avaricia, la desconfianza que unos le tenía a otros. Se produjeron peleas y discusiones entre los mismos que habían desalojado a los japoneses, y en poco tiempo hasta hubo homicidios. El odio nunca produce nada bueno. La Biblia dice que «el odio es motivo de disensiones» (Proverbios 10:12), y es la verdad. Y tras las disensiones viene más odio, y con más odio se enciende más el fuego, que termina en una conflagración que consume a todos. En cambio, el amor es la puerta positiva de la vida. El Maestro más grande de todos los siglos, Jesucristo, dijo: «Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros» (Juan 13:34). Pero es difícil amar con un corazón lleno de amor propio, vanidad y egoísmo. Es por eso que cada uno debe pedirle a Cristo que le limpie el corazón. Este es el camino verdadero: entregarse a Cristo de todo corazón, para que Él nos dé un corazón nuevo y limpio, que pueda sentir y dar el amor.
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