También es cierto que los peatones son muy imprudentes, y caminan por las calles como si fuera la sala de su casa, sin tomar en cuenta los peligros a los que se someten. Pero la peor parte en esta situación macabra que se está dando en las calles, avenidas y carreteras del país, la tienen los conductores, quienes durante estas últimas fechas han convertido sus vehículos en verdaderas armas mortales.
El número de muertos por accidentes de tránsito ya superó el del año pasado, y a nadie parece importar la estadística. Cientos de familias están sumidas en el luto; muchos panameños ya no están en sus puestos de trabajo ni al frente de sus familias ayudando a la economía nacional y familiar.
Con la actual crisis que sacude al mundo, vivir la muerte violenta de un pariente viene a ser como la estocada inesperada y fatal que pinta todo el panorama de negro. Sin pretender que suene como un sermón, se debe decir que los panameños siguen demostrando su desprecio por la vida, y no se interesan por mejorar sus rendimientos, y cuidar sus vidas y las de los peatones.
Lo que está en juego en la vida económica y la paz de las familias. Por cada panameño muerto, se pierde una oportunidad de mejorar la situación que nos agobia. Mucho ojo, panameños, la muerte acecha, y va conduciendo un carro. |