Se fue George W. Bush y los delincuentes empezaron a hacer de las suyas, en la ciudad capital. Cuatro robos a mano armada se dieron casi de seguido. En dos de los casos los delincuentes iban uniformados de policías, mientras que en otro, estaban encapuchados para evitar ser reconocidos.
El total sustraído fue de 37, 500 balboas.