No me puedo explicar, cómo en un país con pretensiones de civilizado se puede aniquilar la ignorancia con el pueblo que tiene en el trono de la idolatría al siniestro y enfadoso monarca del retozo, que todo lo trastoca, también lo malogra. Y así, la marcha del cangrejo será invencible entre nosotros, viendo sólo por el espejo retrovisor.
Este es un mal enquistado ya en la conducta del panameño, semejante a la criminal polilla que en la mudez del silencio, arrasa con denuedo el corazón de la madera. El por qué de tantos días libres durante el año, soy lo suficientemente sincero, esta interrogante carece de respuesta para mí. Si vemos el almanaque y los marcamos, seguramente nuestros pelos se pondrán de puntas, como erizo molesto. El grueso de la gente no lo percibe, pero esto causa un daño atroz a los cimientos sociales, políticos y económicos de la República.
Los hábitos arraigados hacen la conducta de los pueblos y; ¿qué rendimiento óptimo podemos esperar del conglomerado que vive a la sombra de la holganza?. Esta no es buena reputación para nadie, ni carta de crédito elogiosa, tampoco de elocuente presentación. Ninguna rueda alada del progreso podemos empujar así, con esta conducta despreciable. A los fracasados les encanta los días libres, ese es su mundo, el escenario del desgaste inútil, sin producción cualitativa, ni cuantitativa. ¿Qué educación sólida puede demostrar el joven que mentalmente se amamanta de los pezones de los días libres? Jamás esta práctica funcionó en el pasado, es por ello, que aquí tenemos los resultados cuantiosos de la preparación de esa generación. Los hombres de negocios reclaman productividad del recurso humano recibido que egresa de los claustros nacionales, pero ¿será probo el papel que portan bajo el brazo, abriéndoles presumiblemente la idoneidad laboral, tan exigente y comprometedora? Los entendidos se confunden con la sanción empresarial que no deja de ser severa en estos casos.