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HOJA SUELTA
Grupo Scout 13
 Eduardo Soto P.
Creo que ya conté la historia de ese amigo, Claudio, que se lanzó al mar para rescatar de la furia del Atlántico a unos compañeros que fueron arrastrados por una ola salvaje en Isla Grande. Tal vez ya les dije que se ahogó y su cuerpo nunca apareció. Lo que no expliqué es que esa fue la puerta de salida para mí del movimiento Scout, en el que era jefe de grupo. Esa y mis hijos, quienes empezaron a llegar por esos días uno tras otro. ¡Carajo, Claudio, cómo te extraño! Decía que después de su muerte heroica abandoné los campamentos y las caminatas a la luz de la luna. Pero no olvidé... jamás olvidé. Sin embargo, nunca entendí la labor del dirigente hasta ahora que soy padre de familia. Con un miedo terrible por esa experiencia oscura con la que cerré mi hoja de servicios en el Escultismo, inscribí a mis hijos en un grupo, el 13, de la Iglesia de Santa Ana. ¡Y hace unas semanas los dejé irse de aventura! La más chica de las niñas apenas cumple siete años y medio, y el mayor de los tres le está metiendo las uñas a los once. Como ven, son unos bebés, y así se lo hice saber a los jefes, a quienes les di una lista de 7 números de teléfono para que me avisaran si alguno de los niños estornudaba. Se fueron un viernes para regresar dos días después. No resistí y el domingo en la mañana me aparecí en el campamento para ver cómo iba todo. ¡Ah!, qué hermoso fue ver el rastro de la fogata de la noche anterior, sentir el olor a humo y hierba mojada en todas partes; gozarme con las caritas sucias, pero sonrientes, los cantos...¡Y los dirigentes extenuados, realmente cansados! Fue entonces cuando valoré su trabajo (y me sorprendí porque nunca le di ese valor cuando yo lo hice tantos años atrás). De enero a diciembre piden donaciones puerta a puerta, hacen ferias, tardes criollas, tómbolas y rifas para poder costear los equipos y comida de estos campamentos, porque los niños pobres de Santa Ana no tienen dinero. Y cuando todos estamos libres, en casa o en la playa, ellos están en las calles, sábado a sábado, sin cobrar un real, enseñándole a los hijos ajenos que hay tres cosas importantes en la vida: Dios, Patria y Hogar. Y me sentí tranquilo, porque supe que mis hijos estaban en buenas manos. Sé que ellos, los dirigentes scouts, no esperan recompensa, pero se la merecen. Un abrazo y gracias porque con pasión hacen este trabajo que pocos aceptan en estos tiempos. Son muchos en todo el país, pero sólo me queda espacio para mencionar a los de Santa Ana: Jorge Medina, jefe de grupo; Magdalena de Medina, Akela; Naxur Escudero, Baloo; Judith de Escudero, Bagueera; Gloria Padilla, jefa de tropa y Plinio Sánchez, subjefe de tropa. Van bien, muchachos, van bien. Otra vez gracias, y un fuerte apretón de mano izquierda, porque es la más cercana al corazón.
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