Viernes 6 de nov. de 1998

 








 

 


EDITORIAL
Políticos sin hidalguía

Muchos de los políticos de este tiempo son la antítesis del verdadero político. No han aprendido la lección de los que les antecedieron en las otrora grandes jornadas de hacer campaña proselitista.

El político actual -y parece una característica de este tiempo y de esta generación- es soberbio y arrogante. Cree tener siempre el monopolio de la verdad y la razón, sobre todo si ocupa algún cargo de importancia dentro del engranaje gubernamental. Este político cree que lo que dice o proclama es la última palabra, por lo que no admite críticas y, mucho menos disidencia. Cualquier punto de vista contrario al suyo, le merecerá al potencial opositor el calificativo de "traidor".

Los políticos actuales han perdido la humildad. Se creen predestinados a ocupar cargos públicos, aunque no hayan hecho méritos para ello. Gran parte de la culpa la tienen los aduladores y serviles que rodean a estos personales y que desean eternizarse pegados a la ubre gubernamental.

En los últimos días, hemos visto a un alcalde frenético amenazar a un periodista y a un Presidente voltearle la espalda a unos estudiantes en Colón. Tales actitudes, de grosería, no se veían antes cuando los políticos procedían con más hidalguía. Y es que los políticos de antaño parecían tener más escuela de dirigentes. Sabían tratar al público y a los representantes de los medios de comunicación que son de los que, finalmente, requerirán para que exalten sus figuras políticas.

Es lamentable que los políticos de ahora no sepan rectificar sus actuaciones groseras. Pero es que la soberbia y el orgullo no los deja ser humildes. Creen que se les quita la pátina de sensibilidad o que hiere su epidermis, el tener que descender del Olimpo de los dioses, donde se imaginan estar.

El pueblo ha acuñado una frase para estos políticos de nuevo cuño y es "Bájate de esa nube y ven aquí a la realidad", como dice un popular bolero. Y es que cuando despierten de ese sueño, tendrán que vivir la pesadilla de una repulsa aplastante por parte del pueblo y la sociedad misma.

A muchos de los políticos actuales les reiteramos que sean más humildes y caballerosos. Que tengan más calidad humana. Nadie puede comprar ni heredar los puestos públicos, que deben ser para los que se lo merecen.

Algún día -y esperamos que sea en un futuro cercano- el pueblo o los electores barrerán sobre la faz del Istmo a tantos políticos malos, cuya investidura fue fraudulenta. Fueron un fiasco. Confiamos que el país se depure de estos personajes y surjan para el nuevo milenio políticos serios y progresistas que no avergonzarán a sus electores. Este es un deseo unánime del pueblo panameño ante la afrenta de la grosería y la arrogancia.

 

 

 

 


 

AYER GRAFICO
Políticos de otros tiempos cuando aún no se había institucionalizado la grosería.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no diferencio lo correcto de lo incorrecto.


OPINIONES



 

 

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