Es una lástima que usted amiga (o) haya caído en la apatía. Nos sentimos tristes por usted. Ya no es la misma persona de hace 10 años. Parece que la amargura de su corazón es muy difícil borrarla porque ya ni saluda a sus compañeros cuando llega ni cuando se va del trabajo. Así describió Epifanio el comportamiento de un colaborador en el siglo XVIII cuando notó que sus labios pronunciaban frases impropias en los pasillos solo para maldecir.
Ser apático o indiferente es matar todo el estímulo que sale del alma. Podría definirse también como un suicidio disimulado en el campo laboral, pues estas personas dejan de ser activas. No participan de las reuniones de equipo y no creen en eso de que la excelencia es como un mango fácil de alcanzar de cualquier árbol.
¿Qué hacer cuando se detecta un problema como este? Lo más recomendable es tratar de incorporar aquella oveja al rebaño, pero si ésta no se deja, lo mejor es dejar que el lobo la incluya en su menú.
Si usted sufre este virus, busque ayuda. Su amargura no le ayudará. No se sienta el patito feo (eso es solo un cuento). Participe de los agasajos.
El que cae en la apatía se sume en una profunda inactividad, su ritmo vital desciende a mínimos.
La apatía, la falta de impulso a la actividad es un claro síntoma depresivo. El deprimido no tiene ganas de hacer nada, nada lo entretiene ni lo divierte. La apatía en sí y por sus consecuencias es una situación negativa que hay que evitar y combatir. Es improductiva y frustrante. Cuando se combina con aburrimiento es como la pescadilla que se muerde la cola. Cuando aparece, hay que reconocerla como tal, evitando falsas justificaciones, como enfermedades imaginarias o todo tipo de estados de debilidad física. Si eres así, mejor ve cambiando hermano (a).