Hartos de la
violencia, colombianos se despojan de temores y apatías
Agencias
Internacionales
Cuando
este domingo comiencen los diálogos para poner fin al
más persistente conflicto latinoamericano, negociadores
del gobierno y la guerrilla tendrán el mandato de un emergente
movimiento ciudadano sin paralelo en la historia de Colombia.
Inspirado en luchas que van desde la de los derechos civiles
en Estados Unidos hasta la de Mohandas Gandhi por la independencia
de la India, una floreciente coalición antibélica
está demandando la paz ya, así como el fin a la
apatía ciudadana.
Pero la campaña, vista por algunos como quijotesca,
encara una batalla cuesta arriba y peligrosa.
Esta nación andina carece de una tradición por
el disenso pacífico, y dos reconocidos trabajadores por
la paz han sido asesinados desde agosto. Estremecido por el auge
en los secuestros de la guerrilla y los asesinatos del humorista
Jaime Garzón y el ex comisionado de paz, Jesús
Bejarano, el novato movimiento colombiano por la paz enfrenta
su mayor prueba este domingo. Los organizadores esperan que en
total en las distintas ciudades del país, 15 millones
de personas -más de un tercio de la población colombiana-
salgan a marchar a las calles, se prendan en las solapas lazos
verdes como símbolo de paz y ondeen banderas y estandartes
con la consigna "No Más''.
Ya se estima que 1,5 millón de personas ha marchado
en 22 ciudades colombianas desde mayo, cuando guerrilleros ofendieron
a esta predominantemente católica nación al sacar
a decenas de feligreses de una misa dominical en una iglesia
de Cali, tercera ciudad de Colombia. Desde entonces, aún
siguen secuestrados al menos una veintena de feligreses. En una
aparente reverencia a los manifestantes, el presidente Andrés
Pastrana y el grupo insurgente más poderoso del país
-las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)- anunciaron
el último fin de semana que reanudarán las largamente
estancadas conversaciones de paz el próximo domingo en
coincidencia con la marcha.
Los impulsores del "No Más'' intentan apretar
el cuello de los actores del conflicto. Los manifestantes están
demandando un cese de fuego, un acuerdo para detener las hostilidades
contra los civiles -las principales víctimas de esta guerra-
y apresurar el ritmo de los diálogos.
Francisco Leal, decano de la Universidad de los Andes, cree
que el gobierno, la guerrilla y sus rivales paramilitares no
tendrán otra alternativa que responder si la protesta
es lo suficientemente grande.
"Tendrían que escuchar. En la historia, las acciones
de fuerza no pueden sostenerse si no hay arraigos en la población
que los sostenga'', afirma Leal.
Aunque encuestas aseguran que su apoyo ha languidecido a sólo
4% de los 40 millones de habitantes, los 20.000 miembros de los
grupos guerrilleros de Colombia son más fuertes que nunca
gracias a ingresos por secuestros, extorsiones y el comercio
de la cocaína.
Los ataques rebeldes y las masacres paramilitares se han incrementado
desde 1997, cuando cerca de 10 millones de colombianos votaron
simbólicamente por la paz en un intento por detener el
baño de sangre.
"Día a día los acontecimientos están
instruyendo al público que no es solamente un problema
de los campesinos'', afirma la economista Diana Alcocer, voluntaria
en las apiñadas oficinas de "No Más'' en piso
alto de una floristería de Bogotá. "Empiezas
a preguntar, ¿qué puedo hacer yo?''. Apuntalando
muchas de esas protestas ha estado la privada y conservadora
fundación País Libre, un grupo no gubernamental
contra el secuestro.
Pero el movimiento "No Más'' abarca un espectro
mucho más amplio de colombianos.
Entre los voluntarios que se ven una tarde por las oficinas
del movimiento, están personas como Carlos Franco, un
ex guerrillero que rindió sus armas bajo una amnistía
en 1991, y otro hombre con una maestría de negocios en
Estados Unidos y actualmente gerente de una compañía
de alimentos con 1.200 empleados.
Los guerrilleros se han mofado de la campaña por la
paz, incorporando algunas de las consignas al lenguaje de su
propia propaganda.
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