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REFLEXIONES
El testimonio de Vásquez Pinto

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Brittmarie Janson Pérez
Antropóloga

En un documento cuya existencia reveló hace poco La Prensa, monseñor Alejandro Vásquez Pinto afirmó que antes de la desaparición del padre Héctor Gallego, el general Omar Torrijos lo amenazó indicándole que él y Gallego estaban mal con el gobierno castrense y serían expulsados del país (La Prensa 8 de octubre de 1999).

En referencia a esta revelación, el ex coronel Roberto Díaz Herrera, primo del general, ha negado que Torrijos amenazó con deportar al padre Gallego, y Berta Torrijos de Arosemena, hermana del general, ha tratado de desviar la atención pública recurriendo al tema del Canal, diciendo que se desea convertir a Omar Torrijos en un criminal con el propósito de no reconocerle sus méritos históricos para que otros ''se coman solitos todo el pastel y toda la gloria'' (La Prensa 11 de octubre y El Siglo 12 de octubre de 1999).

Desde hace treinta años poseo una copia del documento a que se refiere el reportaje de La Prensa. Se titula "Encuentro de Monseñor Vásquez y cooperativistas", comprende 28 páginas y está fechado el 17 de julio de 1969. Es una transcripción textual de lo dicho en una reunión que tuvo lugar en esa fecha entre monseñor Alejandro Vásquez Pinto y dirigentes del movimiento cooperativista que en esa época promovía la Iglesia Católica.

Conservo además las notas que tomé durante una entrevista que me dio monseñor Vásquez Pinto en agosto de 1969, o sea el mes siguiente a la reunión que tuvo con los cooperativistas, en la cual me dio ciertas explicaciones que son importantes para entender los móviles detrás de la desaparición y asesinato del padre Héctor Gallego.

Según el documento "Encuentro de Monseñor Vásquez y cooperativistas", los presentes discutían distintos problemas que confrontaba la Cooperativa Juan XXIII del movimiento cooperativista católico en Veraguas. Un problema grave consistía en que el general Torrijos se oponía al programa de evangelización que promovía la Iglesia Católica entre los campesinos de Veraguas a través del Centro de Estudio, Promoción y Asistencia Social (CEPAS).

En la entrevista, Vásquez Pinto me explicó que la Cooperativa Juan XXIII había sido organizada hacía cuatro años y comprendía 15,000 campesinos. Sin embargo, los militares hacían esfuerzos sistemáticos para apoderarse del movimiento porque no querían que surgieran nuevos dirigentes entre los campesinos. Por una parte, tentaban a los campesinos educados en el movimiento cooperativista con jugosos salarios y nombramientos en juntas de nombres altisonantes. Por otra parte, los amedrentaban. En cada pueblo, había un cabo o un sargento que informaba a sus superiores de todo lo que ocurría y perseguía a los campesinos que no daban muestra de ser sumisos.

Vásquez Pinto reveló que el Gobierno se había apropiado del Plan Veraguas esbozado por la Iglesia y le había dado una nueva orientación para que sirviera a sus propios propósitos. El Plan Veraguas ya no incluía el desarrollo integral del hombre, el objetivo fundamental de la Iglesia, sino que había sido convertido en un plan de obras públicas con un enfoque paternalista.

Me dijo monseñor Vásquez Pinto que de acuerdo con el Plan Veraguas del Gobierno, Santa Fe supuestamente recibiría todo lo que los gobiernos anteriores le habían negado: caminos, un centro de salud, escuelas y electricidad; es decir, todo de lo que los campesinos carecían y cuya falta los motivó a no votar en las elecciones de 1968. Sin embargo, el Gobierno de Torrijos nada de eso había hecho, pero sí estaba construyendo en Santa Fe una nueva garita de la Guardia Nacional.

Añadió Vásquez Pinto que Juan Materno Vásquez, ministro de la Presidencia, había anunciado hacía poco que, en un esfuerzo decidido por combatir a los enemigos de la revolución, el Gobierno nombraría a comités para fiscalizar a los empleados públicos. Por su lado, el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) conducía una campaña sistemática para mantener a los campesinos amedrentados y abatidos que consistía en arrestarlos indiscriminadamente, interrogarlos por unos días y luego soltarlos con la condición de que no hablaran sobre su detención.

En el documento "Encuentro de Monseñor Vásquez y cooperativistas" monseñor Vásquez Pinto se refiere al hecho de que el 4 de julio de 1969 la Guardia Nacional arrestó a un muchacho que llegó a Santa Fe de parte del Movimiento de Juventudes Rurales Católicas (MIJARC) y se lo llevó a Panamá.

Frente a esta situación, Vásquez Pinto llamó por teléfono al general Torrijos quien le dijo: "Oye, ¿qué es lo que pasa en Veraguas que están llenando de extranjeros a Veraguas?; 2o. Esa emisora que van a poner los padres, sepan que no tiene ningún permiso. 3a cosa. Tú estás mal parado con el gobierno. 4o. Tu labor y la de los padres Gallego y Arturo son negativas. 5o. Sepan que ustedes pueden ser deportados en cualquier momento".

Vásquez Pinto escribió una carta contestándole a Torrijos cada uno de esos puntos y dio copias a monseñor Legarra, a monseñor McGrath y a la prensa internacional. Estaba por darse un choque entre la Iglesia y el Estado pero éste se evitó mediante un diálogo con Torrijos. No obstante, la situación cambió muy poco. Vásquez Pinto comentó a los cooperativistas: "de hecho nosotros hemos estado intervenidos, fíjense que nosotros estábamos por poner la antena de la emisora frente a un terreno de la Reforma Agraria. Sin embargo, Esto no fue posible, porque se vio mal la cosa, hubo que ponerla en otro lado" (páginas 14 y 15).

Más adelante recalcó que "en la diócesis, nosotros estamos siendo tremendamente presionados, sepan que al clero que más miedo se les tiene es el clero veragüense, hemos denunciado, protestado, hablado, hemos lanzado documentos, y todavía hace poco obligamos a una Conferencia Episcopal a una reunión especial la última vez. Estamos luchando; pero, ¿qué va a pasar? Me pregunto muchas veces, si alguno va a la cárcel, ¿vendrían 15,000 hombres a decir, 'saquen ese hombre de ahí, o se atreverían a protestar porque cierren la emisora?'" (página 17).

En esa reunión con los cooperativistas el 17 de julio de 1969, monseñor Vásquez Pinto les aseguró: "aquí estamos por lo menos tres padres sentenciados" (p. 19).

Hay que creer en la veracidad del testimonio de Vásquez Pinto en julio y agosto de 1969 porque lo dio casi dos años antes de la desaparición del padre Gallego y el sacerdote Vásquez Pinto no tenía por qué mentir.

Además, ha sido corroborado por hechos posteriores, es decir: el arresto, a instancias de Alvaro Vernaza Herrera, del padre Gallego el 2 de julio de 1970; la quema del rancho del padre Héctor el 23 de mayo de 1971, episodio en el cual apenas logró escapar con vida; el hecho de que el 7 de junio de 1971, Eugenio Magallón y Melbourne Walker, miembros de la inteligencia militar, fueron a Santa Fe buscando a Gallego y la desaparición del sacerdote dos días después, el 9 de junio de 1971.

Es importante acordarnos también que en marzo de 1970, ocho meses después de la amenaza de deportación que hizo Torrijos a Vásquez Pinto, otro sacerdote fue detenido por la Guardia Nacional, torturado sicológicamente y deportado por haber contrariado al gobierno dictatorial. Se trata del padre Luis Medrano, un jesuita español que tenía un programa de comentarios en Radio Hogar.

En la investigación de un asesinato, se buscan los móviles. En este caso, el testimonio de Vásquez Pinto no deja duda de que el movimiento cooperativista que promovía la Iglesia Católica en Veraguas era muy mal visto por Torrijos Herrera y que el gobierno que presidía atropelló a los campesinos porque no podía permitir el desarrollo integral del individuo ni en Veraguas ni en ningún lugar de Panamá. Recordemos que la dictadura militar tenía a toda la nación encañonada y sin derechos individuales. De eso podemos dar testimonio personal miles de panameños que vivimos esa época. Hace poco, Roberto N.

Méndez escribió un relato de las torturas salvajes a que fue sometido a la edad de 17 años por pintar la leyenda: "Torrijos mató a Gallego" (La Prensa 10 de octubre de 1999).

No puede haber duda de que el general Omar Torrijos Herrera, quien tenía amenazados a tres sacerdotes involucrados en el movimiento de las cooperativas, seleccionó al padre Héctor Gallego para eliminarlo del escenario de Santa Fe porque su labor con los campesinos de esa localidad vulneraba los intereses de sus familiares, los Vernaza Herrera.

Héctor Gallego fue asesinado por la Guardia Nacional en un crimen del cual Omar Torrijos Herrera fue principal responsable y también el cómplice principal ya que lo encubrió para mantenerse en el poder. El finado Torrijos ya ha tenido que rendir cuentas a Dios y el único papel digno que pueden desempeñar sus familiares hoy es respetar la verdad y respetar el dolor del pueblo panameño ante el recuerdo de un sacerdote que luchó por los pobres y por ello pagó con su vida.

 

 

 

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