Durante cualquier práctica sexual, sea ésta la que sea, nuestros oídos se deleitan con suspiros, jadeos, murmullos, palabras entrecortadas y señales que muestran que nuestro placer es intenso.
En la mayoría de las ocasiones, no sólo contribuye a nuestro placer, sino que también contribuye a aumentar el placer del otro, ya que es una de las maneras de comunicar lo que estamos sintiendo. Debemos pensar que la experiencia sexual es una forma de comunicación, una de las más humanas, y que ésta es una de las mejores vías para exponer lo que nos gusta y lo que no.
Aunque eso no quiere decir que el que más grite es el que más disfruta, sino que es una forma de expresar nuestras emociones sexuales. Pero también hay ruidos que no por dejar de ser sexuales son agradables, no implican una comunicación profunda ni contribuyen a aumentar nuestro placer. También existen ruidos que nos inhiben y nos dan vergüenza. Sucede con las ventosidades o flatulencias vaginales, que aunque son frecuentes y absolutamente normales, producen rechazo, risas inoportunas e inhibición.
Este tipo de flatulencias se producen porque la vagina se dilata con la excitación, pero cuando ésta se pierde, vuelve a su posición original, haciéndose el canal más pequeño y flexible, haciendo que todo el aire que ha entrado durante la penetración vuelva a salir. El movimiento coital de bombeo crea estas entradas de aire. Y ya sabemos que todo lo que entra debe salir.
Lo importante de estos ruidos es que deben ser tomados con humor porque sensuales o no forman parte del acto sexual.