PUESTA EN ESCENA
Los improvisados del teatro
Aurelio Paredes
Si bien es cierto, que quien
tenga deseos de dirigir una obra teatral, pueda hacerlo luego que tenga
los medios, el elenco y un texto. Pero de esto a hacerlo para un público
a nivel o intentar siquiera, profesionalmente, es una aberración.
En los últimos años han aparecido decenas de estos aventureros,
que sin el menor recato ostentan el título de director, deteriorando
la imagen de los que han estudiado o han cursado en el transcurso de la
vida años de "pista y práctica escénica".
Cualquiera con una mínima experiencia en el quehacer teatral sabe
que esto no es así. Muchos directores, por ejemplo, exigen a sus
actores que sepan sus parlamentos de memoria antes de comenzar los ensayos.
Para otros directores, semejante costumbre es un pecado. Ciertos directores
no ven casi ningún beneficio en el hecho de que el elenco completo
tenga más de una o dos sesiones conjuntas de lectura de la obra.
Son los que quieren ver el elenco en acción, moviéndose, desde
el primer día de ensayo.
Cada director dicta sus propias leyes sobre la base no sólo de
su particular temperamento o tendencia estética, sino también
de las condiciones de producción. Quiero aclarar que no intento enseñar
a nadie a dirigir una obra o no hacerlo. Dudo mucho que ningún director
de prestigio haya aprendido su profesión leyendo un manual. Y son
muy pocos los que han aprendido a dirigir a través de la lectura
constante de piezas teatrales, o por acudir permanentemente al teatro. La
mayoría de los directores han adquirido su técnica trabajando
en un principio como actores, asistentes de dirección, escenógrafos,
productores o incluso dramaturgos. Me he propuesto dejar establecidas mis
ideas sobre el teatro en general, las cuales han ido conformándose
a través de mi propia experiencia como director. He participado en
la organización y desarrollo de los Festivales de teatro estudiantiles
y me he enfrentado a lo que he hablado o escrito; directores improvisados
y audaces aventureros, ninguno ha acertado ni en técnica, porque
no la conocen, ni siquiera como intuición. He visto el caso de actores
que irrumpen en la escena dos y tres veces y luego los ve dirigiendo y en
muchos casos sirviendo de instrumentos teatrales. Craso error. Van a "engarrotar"
o "invalidar" el posible trabajo de algún entusiasta deformando
orgánicamente el instrumento cuerpo.
Se supone la existencia de un texto escrito, dramático, que es
comúnmente llamado "libreto" por la gente de teatro. Sin
embargo, a lo largo del último lustro, han visto la luz determinadas
producciones en las cuales, en principio, no hay casi ningún libreto
o no existe; las piezas se basan en un tema, sobre el cual los actores,
guiados por el director, improvisan movimientos, gestos y efectos visuales
y sonoros, junto con ocasionales líneas de texto. Esta tendencia,
hoy en día, es denominada con frecuencia "NUEVO TEATRO".
En realidad, no es más que una vuelta a los orígenes del teatro.
El eje de los rituales y de las celebraciones tribales de las comunidades
primitivas no eran las palabras. El teatro es anterior al drama. Pero en
las formas tradicionales de teatro moderno hemos invertido el proceso: convertimos,
o traducimos el drama en texto.
El idioma de la acción es una aproximación extraordinariamente
libre a textos que antes eran interpretados en una vena enteramente distinta.
La diferencia es, fundamentalmente, de sentimiento, de contenido, de estilo.
Todo lo cual varía en cada director de importancia, porque cada uno
de ellos tiene su propia propuesta artística.
Me decía un viejo instructor de béisbol, Simón Martínez,
"si tienes una excelente segunda base, no lo mandes de torpedero, no
te va a trabajar ni en la una ni en la otra posición". El teatro
es "casi" igual, no porque el individuo sea un buen actor, por
fuerza tiene que ser un buen director.
De cincuenta años para acá, han brillado, con luz propia
algunos personajes de este "mundillo" Pepe Sarsanedas y Bruce
Queen, excelentes manejadores de multitudes y la parte técnica además
de la estética en la escena; Roberto McKay, Ramón María
Condomines y José A. Díaz comprometidos con la actuación
y la "puesta"; Carlos Bromley y Eugenia Fernández, experiencia,
conocimiento e intuición; Jarl con academia, Fernando Navas con dominio
sobre el texto y con voluntarios disciplinados con buen resultado. Edwin
Cedeño, pasión, escuela y talento.

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De cincuenta años para acá, han brillado, con luz propia
algunos personajes de este "mundillo" Pepe Sarsanedas y Bruce
Queen, excelentes manejadores de multitudes y la parte técnica además
de la estética en la escena; Roberto McKay, Ramón María
Condomines y José A. Díaz comprometidos con la actuación
y la "puesta"; Carlos Bromley y Eugenia Fernández, experiencia,
conocimiento e intuición; Jarl con academia, Fernando Navas con dominio
sobre el texto y con voluntarios disciplinados con buen resultado. Edwin
Cedeño, pasión, escuela y talento. |

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