Domingo 18 de oct. de 1998

 








 

 


FAMILIA
Aventuras en el Expreso del Opio

James A. Inciardi

Es evidente cultivo de amapolas opiáceas ilícitas en Guatemala, el Líbano, México y quizás otras naciones, la producción anual mundial dispone para ser refinada a fin de obtener heroína es probable que llegue a unas 4.000 ó 5.000 toneladas métricas.

El proceso actual que culmina en el consumo de heroína en las calles de Estados Unidos rural y urbano empieza en las secciones remotas del Triángulo de Oro y el Creciente de Oro. Allí, granjeros de las tribus de las colinas usan las técnicas agrícolas más básicas para cultivar la amapola de opio. El ciclo de cosecha anual empieza a fines del verano, cuando los granjeros distribuyen semillas de amapola por la superficie de sus campos recién arados.

Tres meses más tarde, la planta está madura: un tallo verdoso que culmina en una flor de colores brillantes. Gradualmente los pétalos caen a la tierra exponiendo una vaina más o menos del tamaño y la forma de un huevo pequeño. Dentro de la vaina hay una savia blanca y lechosa que se cosecha practicando una serie de incisiones paralelas poco profundas a través de la superficie de la vaina. Cuando la savia gotea de las incisiones y se congela sobre la superficie de la vaina, pasa a tener un color marrón negruzco. Este es el opio crudo, que los granjeros recogen rascando la vaina con un cuchillo chato y sin afilar.

Entonces los campesinos llevan el opio crudo a lomo de caballo hasta una refinería local donde inmediatamente se lo convierte en morfina, una práctica que prefieren los traficantes, dado que los ladrillos compactos de morfina son más fáciles y más seguros de contrabandear que las brazadas de opio pegajoso y punzante. La transformación del opio crudo en morfina pues es un ejercicio de química rudimentaria. El opio primero se disuelve en tambores de agua caliente. Se le agrega fertilizante de limo a la solución hirviente, lo cual precipita deshechos orgánicos y deja la morfina suspendida cerca de la superficie. Cualquier deshecho residual se quita y la morfina se transfiere a otro tambor, donde se la calienta, se la cuela y se la mezcla con amoníaco concentrado. La morfina se solidifica y cae al fondo del tambor y se la filtra en forma de pepitas blancas y rechonchas. Una vez seca y embalada, la morfina pesa alrededor del 10% del opio crudo original del cual se la extrajo.

El proceso de transformar la morfina en heroína es un poco más complejo y hubo una época, desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta los años sesenta, en que Hong Kong y Marsella eran las capitales mundiales de refinación de heroína. Hace poco tiempo, esta industria se ha vuelto cada vez más dispersa, con laboratorios de precisión también en las regiones de cultivo de opio en el sudeste y el sudoeste asiáticos y en Turquía, Malasia y América del Sur. El proceso de refinación se realiza en cinco estadios para unir químicamente ácido acético a la molécula de morfina, generando así una sustancia que puede transformarse en el polvo conocido como heroína. Diez kilos de morfina pueden producir una cantidad equivalente de heroína que tiene entre un 80 y un 90% de pureza.

El tráfico de la heroína refinada desde los laboratorios clandestinos a los puertos de Estados Unidos implica una elaborada red organizativa de rutas de transporte, correos y pagos.

 

 

 

 


 

Capacitan a obreros panameños en Inglaterra y Hong Kong

 

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