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Mi energía o fuerza vital

Rómulo Emiliani | Monseñor

Una reflexión sobre la "energía", entendida como Gracia, Amor, Iluminación, Fortaleza, Presencia de Dios en uno. Esta fuerza divina y humana, esencialmente vital que está en nosotros, es motivo de codicia de las tinieblas.

El fin del mal es arrancarte esa energía y dejarte vacío, inerte, sin fuerzas, sin vitalidad, sin ganas de vivir, de amar, de entregarte a los demás, de servir.

La clave está en nunca dejar que esa energía se te sea arrebatada. Hay que defenderla a toda costa. Por eso, la vigilancia continúa.

Principios prácticos: Nunca hacer mal a nadie ni a nada. Ver que nada tiene un fundamento individual y sólido, sino que es relativo y que depende de alguien. La realidad sin Dios esta vacía, no tiene sentido en sí misma, es decadente y caduca. Por lo que nada tiene consistencia separada y autónoma. Todo tiene consistencia y sentido en el Bien y en el Absoluto. Hay que practicar el desapego de todo en cuanto a no sentirse atado a nada en sí mismo, por ser realmente inconsistente.

El encuentro con la Verdad implica por lo tanto la no adicción a nada, sabiendo que el poder y la fama, la riqueza y el placer atraen y provocan dependencias. En el fondo son una "ilusión" que engaña y no te permite ir al centro de tu realización, que está dentro de ti. Hay que estar continuamente renunciando a todo eso.

Hay que llegar a la absoluta no adicción. Recordar que los dogmatismos y fundamentalismos y los ritualismos como tales, son además de formas psicológicas de buscar seguridades, fuentes de adicción continuas. Hay que buscar la Verdad que es la que lo hace a uno libre. Tener un sentido crítico de la realidad y ver cuando una teoría busca manipular al ser humano y esclavizarlo.

Saber usar la meditación como medio maravilloso para volver al "centro" de uno mismo que es Dios, el Cristo Total, cósmico, sufriente. Para eso hay que saber cómo concentrarse, usar posturas físicas adecuadas y respiración profunda y pausada, y habituarse al silencio y a tener ratos de soledad.

Hay que tener claro que la moderación es clave: el "término medio". Recordar la práctica saludable del ayuno.

Tener siempre en activo el sentido de la compasión.



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