A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
San Miguel
(2)

Santos Herrera
Frecuentemente
se escuchaban frases burlonas tales como aquellas que decían:
-Ya puede el Padre Melitón y los chitreanos bellacos,
quedarse con el San Juan que nos quitaron, porque este San Miguel
sí es bonito y no está negrito como el San Juan
que se llevaron...
-Quisiera ver la cara que pondrán los areneros cuando
vean el bello santo que ahora tenemos. Los va a matar la envidia
porque jamás podrán tener uno igual a éste.
Hace algún tiempo estaban muy orgulllosos porque tenían
padre y nosotros no, pero les resultó chueco porque no
era más que un bandido que les robó una sotana
a un sacerdote de verdad y les llegó hasta oficiar misas.
Al fin, después de muchos rezos y salomas, llegó
San Miguel Arcángel, el guardián de los reinos
celestiales, a su nueva casa. La euforia se multiplica y la alegría
rompe todos los diques, desbordándose el pueblo en una
fiesta que se inició allende el río La Villa y
que continuó durante el trayecto que duró aproximadamente
diez horas, y que se prolongó hasta el filo de la madrugada,
cuando todavía se confundían gritos y salomas,
con el canto de los gallos.
San Miguel Arcángel tuvo suerte al llegar a Monagrillo
porque en vez de encontrar la humilde y sencilla casa de quincha
con las paredes resquebrajadas, el techo amenazando con venirse
al suelo, el piso de tierra y las campanas colgadas de un travesaño
sostenido por dos caprichosas horquetas, encontró una
recién construida iglesia, con su majestuosa torre, que
hacía muy poco tiempo había reemplazado a la capilla.
Con santo nuevo e iglesia nueva, el Fulo Migué continuó,
él solo, organizando las fiestas patronales de San Miguel
que bien pronto llegaron a obtener un renombrado prestigio en
todo el interior de la República, y por ello, durante
los cinco días de celebración, todos los caminos
conducían a Monagrillo. Sin embargo, Miguel Rodríguez
no quiso en ningún momento prestarle sólo atención
a lo pagano, sino que se preocupó también por el
aspecto religioso, y con este fin traía de Chitré
a los conocidos músicos Eliseo Rodríguez (Cheo),
quien ejecutaba el violón, y a Manolo Rodríguez
con su flauta, para que amenizaran la solemne misa el 29 de septiembre.
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