¿Quién les avisó a los estorninos?

Hermano Pablo
Allá por 1978 su número se contaba en unos 52.000. Cantaban, chillaban, saltaban de un lado a otro y se disputaban lugares de descanso y porciones de comida. Al año siguiente, 1979, su número había disminuido repentinamente a sólo 12.000. En 1980 sólo se encontraron unos 6.000. Y de 1981 en adelante ni uno solo de ellos volvió al antiguo sitio. En 1983 una enorme porción del puente sobre el río Mianus, Connecticut, Estados Unidos, se derrumbó súbita y estrepitosamente, matando una gran cantidad de personas. Pero ya no había allí ningún estornino. Los negros y parlanchines pajaritos habían desaparecido en su totalidad, como si supieran del inminente colapso del puente. La pregunta es: ¿Quién les avisó a los estorninos? Maravilloso y misterioso es el instinto de ciertos animales. Hay peces y batracios que saben cuándo va a venir una sequía que agotará los ríos, y se hunden profundamente ellos mismos en el barro para pasar la emergencia. Los elefantes saben cuándo van a morir, y buscan un cementerio propio de ellos oculto en la selva. Los perros presienten un incendio, y los animales del campo saben cuándo va a temblar la tierra. Dios les ha dado ese instinto de conservación. Pero al hombre ¿quién le avisa? El mundo está viviendo días trágicos. Un cambio drástico inminente está en el horizonte, y el colapso de la civilización ya se avecina. Algunas personas presienten el juicio final; otras están completamente inadvertidas. ¿Quién advierte al hombre de esta catástrofe, de este colapso, de este fin? No su instinto, porque lo tiene embotado. Al hombre le advierte la Palabra de Dios, la Biblia. Es la Biblia la que con toda claridad y con toda seguridad le anuncia al hombre qué es lo que va a venir. Y la Biblia nos advierte que es limitado el tiempo que tenemos sobre la tierra, y que cuando se haya colmado la copa de maldad y haya sobrevenido una apostasía general, y se haya predicado el Evangelio en todo el mundo, entonces «vendrá el fin» (Mateo 24:14). Éstas y otras muchas señales del fin ya se han cumplido. ¿Qué más esperamos? Este es el momento de escapar al juicio, aceptando a Cristo como único Señor, Salvador y Maestro.
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