Dan Brown, ese buen escritor que se lanzó a la fama con el Código Da Vinci, y que demostró que la teoría de la conspiración artística del genio del renacimiento estaba en su imaginación y en su hipotética forma de analizar la falsedad, nos deja una enseñanza: una mentira bien contada pone a dudar a los incautos.
Porque mentir, bien mentido, se te hace como cierto si no conoces nada del tema.
Adelanto toda esta forma de ver el mundo, para entrar en el fantástico mundo de la injusticia olímpica. Porque ahora que todo parece bonito y que todo está en paz, me preocupa que no se cumpla con lo justo.
Específicamente en el caso del Taekwondo, me molesta esta dualidad que está matando cada día más la ilusión de una generación.
Ya una generación completa pagó el precio y grandes atletas no pudieron representarnos dignamente. Las artes marciales son una verdadera disciplina, hora tras hora, sometidos a extremos ejercicios físicos y mentales.
Sí, qué bella son las artes marciales. Pero que sinvergüenza son aquellos que le roban la ilusión a un atleta en cualquier deporte.
Acá no podemos jugar con los chicos y mirarnos todos a la cara y decir que todo está bien, que todo es bonito.
Suena lindo, y estamos de acuerdo con la sede de los Juegos Centroamericanos y Bolivarianos, pero si no se arreglan estas cosas, esta alegría es tan cierta como las obras de Dan Brown.
He visto con buenos ojos el trabajo de Edwin Cabrera, quien reitero, me parece la persona que llena el perfil idóneo para realizar la tarea que le encomendó el Presidente de la República.
El problema será que en esto del deporte hay dirigentes tan negativos que nos representan un atraso de décadas. Por suerte, queda ya un año para las elecciones.
Cabrera es inteligente y ojalá ya esté al tanto del caso del taekwondo. Es, sin lugar a duda, este tema una vergüenza para toda la familia deportiva. Mea culpa incluido.
Creo que es la hora que los mejores nos representen en el ciclo olímpico. Esto es el espíritu mismo del olimpismo. Pero hay gente corta de mente que quiere utilizar a su antojo la Carta Olímpica. Ellos son más lentus, más enanus y más tontus.